domingo, 30 de octubre de 2011

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Ha sido por demás increíble, la vastedad de tropiezos que he dado estando fuera del dédalo.

Uno tras otro se han venido mostrando y, por desventura, el más afectado he sido yo en primer término e inmediatamente después todos aquellos quienes, de manera directa e indirecta, se encuentran cercanos a mi seno.
Y, si bien, cada uno de ellos se encuentra aún sumergido en su respectivo laberinto, el hecho de que yo sume más encrucijadas a él, ello se pudiera interpretar como algo inhumano o fuera de todo contexto.

Mas, quiero aclarar, que no ha sido mi intención; que el propio devenir de todo esto ha sido culpa directa de un mar de sentimientos que hoy día aún permanecen en su lucha interior con, al menos, un buen desarrollo para bien común.

Han sido interminables las horas en que cada detalle se ha puesto sobre la mesa, en que cada actuar ha sido revelado, sentenciado y enjuiciado por todas las partes implicadas y, es justo ahí, en que vuelvo atrás la mirada y entiendo que jamás volverá a ser nada como antes.

Sin embargo, existe ese nuevo horizonte que me despierta a raíz de sus gritos a mi costado y, si bien llegué a amar aquel dédalo donde estaba inmerso, este observarlo desde su exterior ha sido tan gratificante a pesar de estar cargado de inmenso dolor, de suma nostalgia, de desdicha y trauma por superar.

Quiero aclarar, que ya no estoy solo; que existe un ente más que ha logrado salir de su laberinto y se ha acercado a mí no para secar mis lágrimas, sino para entregarme, muy a cuenta gotas, todo el poder y la fuerza necesaria para salir avante en este nuevo andar y, por razones de apreciación, no mencionaré su nombre pues, quizá lejos de crear seguridad, en este instante sospecho que crearía más confusión.
Tanto ella como yo nos sabemos tan cómplices en esto que, deseo enormemente y con el paso del tiempo, que concluyamos ambos leyendo estas líneas y sonreír a la par de lo intransigente que pudiera en ese instante resultar este observar mutuo paralelo al laberinto.

No habrá manera alguna de pedir perdón directamente a quienes han sido lastimados en todo este trajín pero, al menos desde aquí, dejo una parte de mi corazón bañado en llanto en cada uno de ellos que deseo les pertenezca el tiempo que consideren para, esperar con ahínco, que cada trozo sea regresado a mí impregnado con su total comprensión, amor y absolución.


Sinceramente:
Eduardo Ulloa.

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