viernes, 26 de agosto de 2016

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Me he topado en estos días con algunos encuentros hombre y mujer en los lugares donde laboro en los que, ella, juega un papel por demás envidiable al estar frente a su interlocutor sin mediar palabra… sólo observando.

No, no se trata de esa mirada que muestra un sentimiento, de aquella que desencaja una emoción o la que hace fruncir tu boca de cierta manera dando a entender que existe el vínculo, el secreto, la llamada al sexo u otro interés profundo y/o personal.

Se trata de esa sencilla mirada que denota atención, un poco (sólo un poco) de admiración, del querer saber más o del seguir embelesado con el tono de esa voz que se recepta, de la noticia personal, de la entrevista por el empleo a tomar…

Se trata de esa mirada que está acompañada por una sonrisa franca en señal de gusto por estar ahí, que no oculta nada a su vez y donde ambos ojos parpadean francos, decididos a hacerlo de manera natural y mientras el encuentro dura, vaya, que no quedan a medio camino entre cerrarse o permanecer abiertos y así no poder ser malinterpretados.

Han sido esas miradas las que he descubierto en más de tres ocasiones en parejas que han estado cercanas a mí en alguna presentación y me han hecho recapacitar, adorar la postura y el gesto e incluso hasta recapacitar en mi pasado donde quizá alguna vez lo tuve para mí…


Miradas que están desaparecidas para este escriba hoy, que ya no están y que, peor aún, quizá no las valoré o descubrí en su momento… mas, no te atrevas a mirarme así ahora, pues, irremediablemente me harás llorar.

domingo, 21 de agosto de 2016

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Supongo que lo peor es terminar infectado, rodeado, plagado de preocupación, de desespero y volverte inmóvil ante la situación mientras observas con suma tristeza que al derredor no le incumbe o interesa, que todo sigue igual, mejor o mucho peor... vaya, que te estancas o ahogas en una pequeña esfera.

Supongo que cada deseo por ser, querer estar o trascenderen alguien o en algo tiende a convertirse en menos que polvo, en más que utópico, en una falacia que merma hasta los huesos, al propio psiqué, a la gana de seguir y concluímos por sólo estancarte dentro de esa pequeña esfera.

Supongo que ni siquiera Morfeo anida tranquilo en tus sueños y ello no permite que lo inimaginable sea en dicho mundo, que, al saberte dentro de esa pequeña esfera, las horas pasan y la oscuridad de la noche asemeja más a maldición que a nido de amor, luces tenues y/o descanso.

Supongo que nada de esto debería ser así, que nada debería traspasar la línea de la cordura y causar maldiciones a la vida, al amor, al sentido que tiene en sí el que seamos seres sociales y mucho menos que a quienes amamos resulten afectados por nuestra inquietud o problemática...

Supongo que la vía más fácil es la que todos aseguran (incluso yo), que sea el tiempo quien decida, que pongamos en marcha, empeño y pie a alguna solución; que se pasen por alto todos esos detalles que nos aquejan y que: "si tienen solución, para qué preocuparse? ...y, si no tienen solución, para qué preocuparse?"


Supongo muchas cosas llegado el momento y, dicho suponer, coloca en ocasiones más desazón, más inquietud, más desespero y más tristeza... y dicha tristeza, resulta día con día más difícil de ser erradicada... más aún cuando te sabes solo pues, cada quien, carga ya con su propio laberinto, preocupación, inquietud, desespero y tristeza y lucha constantemente por librarse, zafarse o atenuar su padecer.

lunes, 15 de agosto de 2016

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Ya no sé si sigo paralelo a aquel laberinto... aquel que solía, aquel que gestaba, aquel que proponía.

Sólo sé que regresé a mis raíces; a aquel sitio donde todo nació, donde tuve ilusión, donde tuve niñez y donde las ausencias dejaron su huella.
Desde aquellos pequeños y mismos mosaicos puestos en el baño por mi padre, hasta aquellos otros restos de mi hermano que aún siguen vigentes tanto en conversaciones como en ciertos rincones de este lar.

Sé que regresé aquí donde, algunos, me han dicho que no debería y otros sencillamente han dado el mismo paso que yo. Aquí, donde los aromas ya no son míos, donde las mañanas se ausentan y las lluvias parecieran ensañarse cuando debo trasladarme para ir a mi trabajo. Aquí, donde crecí como soñador y viví con cierta plenitud que hoy sólo augura pero no asegura.

Sé que todo mundo comenta que no hay retornos y lo constato en los diversos cambios debido a la edad, a la madurez, al fracaso o a las ausencias mismas y, sé, que principalmente son dichas ausencias las que sustentan que no hay retorno... Son sencillamente las madejas viejas las que me hacen recapacitar, las lozas antiguas, los ventanales rotos, las paredes demacradas o sucias, la visita nocturnal del cucaracherío que inquieta el estar...

Sé que estoy aquí donde gran parte de mi vida comenzó, donde dejé quizá mi huella y que otros pudieron sentir mientras no estuve... y, eso, es algo que no he podido visualizar por cuenta propia.
Allá afuera, sí, veo caras nuevas; personas que en apariencia llevan su vida acorde a sus ideales y que no se les mira preocupación alguna; al menos no en un primer atisbo.

Sé que, entonces, probablemente estoy donde no debería más estar o donde irremediablemente debería regresar para continuar... continuar de alguna forma o para terminar un ciclo, cerrar un círculo o entender en definitiva que sólo me perdí en el dédalo y regresé al mismo punto de partida desde donde, ahora, debo elegir el "otro viro", aquel que está sin ser explorado aún y no permanecer inamovible.


Sé que quizá y requiera de una fuerza aún mayor que la primera utilizada o, en su defecto, valorar, apreciar, sostener, saber lidiar, humanizar y extender mi experiencia para aplicarla en mi nuevo camino.

Deseenme suerte...