viernes, 1 de mayo de 2020

.

Perdona, perdona que no conteste a esa pregunta...
A esta altura de mi vida ya he lastimado a tantas y tantas personas que volvería a hacerlo al tú cuestionar...

Y es que sigo siendo el mismo...
El mismo estúpido que observa, que detalla, que desgrana a detalle cuanto le ocurre o cruza por sus ojos y, lamentablemente, sólo ha quedado en eso... no termino por aprender.

Perdona, perdona que no te visite más...
Y es que me he encerrado tanto y tanto en mí por el simple motivo de que soy un estúpido egoísta que se demanda lo que no tuvo en su ayer y que, intuye, que ahora es el momento, mi momento... (aunque termine siendo el mismo solitario que conociste hace décadas)

Y es que sigo siendo el mismo...
El mismo estúpido que demanda, que atañe, que juzga y que juega las mismas cartas esperando alguna vez ganar y, lamentablemente, poco a poco agoto la apuesta... no suelo remontar.

Perdona, perdona que no me escuches más...
Porque no pararía de relatar, de reclamar, de contar la misma historia que escuchaste años atrás y que, lamentablemente, sólo me orillan a llorar... no termino de llorar.

Y es que sigo siendo el mismo...
El mismo estúpido que alguna vez creyó en el amor, en la construcción férrea de una relación y que, por sobre todo, nunca descubrió la fórmula perfecta, la que llegara y me llevara hasta el final de mis días con fe... no concluyo en oración.


Perdona, perdona todo esta ocasión...
Porque me he convertido en el más estúpido, en el más callado, el que carece de respuestas o palabras y el que, dentro de su encierro y egoísmo, no termina por aprender de la vida, de tu vida, del amor o del mismo laberinto que me arrojó desnudo a su exterior donde, al parecer, sólo me queda llorar.