viernes, 24 de marzo de 2017

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No, definitivamente no quiero emprender nada nuevo ya.
No una nueva carrera y/o profesión; no un nuevo camino que me estacione más allá de lo que soy o de lo que actualmente hago.

Que si bien las fronteras me llaman a gritos para olvidar, para sacar, para desterrar o para anhelar, sé que nunca será mejor...
Lo que tengo y tuve aquí, en este sitio, en esta latitud, definitivamente ha sido la mejor de mis años y de mi entereza e integridad como persona.

Pero, más importante aún, y por lo que plasmo este breve escrito, es justo por ser lo que soy; músico... y que ello me lleve, me llene de satisfacciones, de catarsis, de llanto mientras canto o mientras disfruto de tanto y tanto talento que se destaca frente a mis ojos y no deja de sorprenderme cada que le tengo al lado amistosamente o mostrando su virtud...

Porque han de saber que eso es la música: una hermosa virtud que pocos saben entender y apreciar, que todos recurren a ella pero que jamás vivirán como lo hace un músico que, en esencia, en ocasiones deja todo el corazón en una sola canción o ejecución sin que le importe un bledo al mundo el esfuerzo y amor que se haya vertido o derramado en cada instante previo al momento.


No, definitivamente no quiero cambiar a una nueva ocupación ya... ya no quiero...
Soy músico y mi alma entera me lo grita, mi sensibilidad desborda cuando me topo con tres notas que me endulzan o me crispan la piel, que me hacen llorar y que al final me recuerdan que soy esto y lo seré hasta mi muerte.

miércoles, 15 de marzo de 2017

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Alguna vez quise ser tú para vivir lo que vivías, para sentir lo que sentías, para entender lo que pensabas.

Alguna vez quise ser tu piel para catar cada textura que te rozaba, para maldecir incluso aquel roce indeseado y saberme propia de tu cuerpo como siempre debió haber sido.
Quise ser tus ojos para mirar lo que mirabas y disfrutar del momento preciso y del entorno, sus colores y matices desde la mañana hasta la noche estrellada que caía sobre la tierra y con su tenue luz despertaba tu inquietud.

Alguna vez quise ser tu sangre y conocer así tu adentro, saberme tan esencial para ti y poder brindarte con mi circulación la tibieza de tu cuerpo.
Quise ser el dije, el cabello o cada prenda que lucías día a día para así llevarme tú a tu encuentro con el mundo y sociedad. Deseé siempre el ser tu calzado delicado o cómodo que pudiera trasladar todo tu ente a cualquier lado.

Alguna vez quise ser la lágrima, la idea, el silencio, el entrecejo o la mueca absurda que te definía como indecisa, que te hacía saber triste o que clamaba por medio de tu voz desde el susurro mismo hasta el grito o sonora carcajada...
Alguna vez quise ser tu sueño, tu humedad, tu deseo.

Deseé alguna vez ser tu amor y saberlo para mí, para aquel, para éste o para cualquiera que removiera esa emoción y sentimiento en ti con el único afán de entender tu naturaleza y no celar en vano.
Alguna vez quise ser tú para vivir lo que vivías, para sentir lo que sentías o para anhelar lo que anhelabas.

Y quizá y lo conseguí, pero perdí mi esencia y mi entereza al punto de terminar con insomnio mirándote dormida a lo largo de las semanas ahora con una lágrima en mi mejilla, con un sueño truncado, con estos mismos ojos que suelen ver lo poco que se me permite y con los pies cansados de no poder recorrer tus pasos y terminar siendo una sola huella sobre la arena.
No pude pensar como tú, hablar como tú, ser tan atractiva como tú o tan sencilla, tan eficaz o tan absurda, tan inocente o tan precisa, tan fuerte o tan segura...


Alguna vez quise ser tú para vivir lo que vivías... y a veces despierto solo y recapacito el qué tan difícil es amar y sentirse amado, soñar sin ser soñado, extrañar sin ser extrañado, olvidar sin ser olvidado... y vuelvo a entender que jamás pude pensar como pensabas o sentir lo que sentías.