martes, 19 de marzo de 2019

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Seguirá siendo quizá una gran incógnita el por qué es que la gente se muestra tan indiferente cuando uno interpreta con el corazón impreso en la voz acompañado de la guitarra.

Pocos ya son los elogios y, aunque uno no los busque en específico cada noche con cada presentación, se agradecería bastante el que pensaran un poco más allá... y que no sólo vean a un tarado con una guitarra y echando al aire su voz cascada.

La mayoría de nosotros, quienes hicimos canciones alguna vez, tuvimos un motivo o vivencia más que única... y ya resulta una fortuna el que pueda reflejarse en cualquier mortal mientras la escuche...
Sí, dije: "escuche"... algo verdaderamente difícil en nuestros días.

Atrás quedó aquel tiempo en que acudíamos a una peña o a una casa con foro para exponer ideas convertidas en canción, para "sumarnos" a una lucha social o para sencillamente ser portadores y/o voceros de otros grandes de la canción... Hoy día, ni siquiera pueden ver por Facebook un tema que dure más de un minuto...
Como si se pudiera hacer el amor en ese tiempo... Imposible!

Cansado de mirar fotos donde, todos los fotografiados, están inmersos en sus absurdos teléfonos inteligentes cuando la vida ocurre a su derredor... o aquel concierto donde, lo primordial, es grabarlo en vídeo en lugar de disfrutarlo, cerrar los ojos por instantes y sentir el calor y ambiente que provocan los decibeles saturados y el cúmulo de personas que acudieron a dicho evento.


Seguirá, pues, siendo una incógnita para mí el por qué la gente se muestra tan indiferente cuando uno interpreta una canción con el corazón más que impreso en la voz acompañado de la guitarra...
No tengo la menor idea de "a dónde vamos a llegar" con esta moda que torna crucial y en gran peligro de extinción a la música en vivo... más, sobre todo, a aquella que lleva un trozo de alma cuando es interpretada.