domingo, 23 de julio de 2023

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Y en el siguiente atisbo percatarme de que amanece...

Del que ha sido una nueva madrugada de insomnio colmada de escenas desastrozas donde tu nombre y el mío, tu rostro sobre el mío, tu amor y el mío se encontraron y se tuvieron de frente al fracaso conocido, al escrutinio mismo y sin conclusión relevante... sólo para el abismo o el dédalo.

Madrugada interminable donde el reloj pareció jugar con sus minutos, donde el sonido de la respiración inundó toda la habitación sin jadeos, sin sollozos, sin que nadie más pudiera adivinar siquiera de que ocurría ahí una hecatombe silente mientras el ventilador se mantenía estable con sus giros... sólo para volver a refrescar mi dolida piel colmada de ausencia.

Donde la ausencia de Morfeo, con su acostumbrada maravilla, sólo plasmó siluetas frente a mis párpados que no terminaron por crear la luz y así poder adentrarme a ese mundo sublime, pleno, con sus valles y parajes coloridos... mundo donde se puede salir del laberinto o crear uno nuevo. Mundo intocable e inasible con cada hora transcurrida.

Y que, si bien en la habitación reinaba el silencio y el sonido de mi palpitar, muy a lo lejos en mi recuerdo resonaba alguna frase, algún reclamo, alguna sonrisa transformada en lágrima con cada ir y venir de mi cuerpo de un costado a otro sobre el colchón que yacía esa noche debajo mío como intentando sostenerme para protegerme de una posible caída al abismo del dolor...

Y en el siguiente abrir de mis ojos, ese percibir de la luz del nuevo día...


Qué inutilidad entonces del teléfono, de las redes sociales, del servicio de paga en el televisor, del recurrir a las letras o a la guitarra...
Qué "buena resaca" mundana y sentimental por todo lo vivido quizá en exceso, por lo amado u olvidado...
Qué gran día avecinado lastimando en los ojos... con el peso del laberinto sobre la espalda y, dentro de los oídos, gritos provenientes del dédalo mismo que nadie más escucha.