martes, 13 de agosto de 2019

.

No ha sido una o dos veces en que he imaginado el que no estoy aquí, sino en otro lugar del planeta habitando un ser diferente.
El simple cerrar de mis ojos me ha llevado hasta allá, a una costa, a un lugar hostil, un bello paraje o a la soledad más extrema.

Y no, no ha sido precisamente por el uso de alguna yerba verde seco que es fumada... ha sido sólo el escuchar música de otra nacionalidad, el observar lugares en algún vídeo del viejo continente, algún documental o sencillamente en sueños.

El saberme mexicano me ha otorgado cierta "estancia" en quietud en aquella habitación que me vio crecer, que me ha escuchado tanto, que ha sabido de desvelos y encuentros sexuales con diversidad femenina... y ha sido desde ahí que mi mente se ha trasladado hasta otros instrumentos, otros sonidos, otros aromas (diferentes a los que entran por mi ventana) más, mucho más allá que los torrenciales aguaceros nocturnos de esta época traen consigo y que dejan humedad a su paso.

Habitar un ser diferente al que poseo ahora... con sus pro y contras, con buena dentadura, con gran voz, con otro sentimiento entre manos al pulsar un piano o alguna guitarra. Quizá con aquella barba cerrada que está "tan de moda", con la buena solvencia económica que te otorga tranquilidad y que te orilla a sólo intentar descubrir más de lo cotidiano, más de lo ya estipulado por mera costumbre y vaciando de recuerdos cuanta arca se preste al frente.

Mi silencio me delata en este instante... las notas de Morón en "seguiriya" o "rondeña" dan para mucho más que sólo divagar o navegar en texturas que llegan a tocar la sensibilidad más recóndita de quien soy hoy.
El peso de lo que he conseguido no es suficiente para no desearlo: habitar un ser diferente al que soy.

Cómo es que se postra esta idea... cómo es que "todo mundo" desea lo ajeno; cómo es que estamos siempre inconformes con lo que poseemos o hemos logrado...
Será acaso aquella vida pasada la que nos trae sensaciones ya conocidas o remembra de manera muy remota lo que nos caracterizó alguna vez o poseímos y que hoy día carecemos?

Será el "cansancio por monotonía"? El mirar el mismo rostro resquebrajado y más senil con cada mañana en el espejo? Serán quizá los cambios internos y continuos que nos forzan de alguna manera a hacer silencio y, con ese simple cerrar de ojos, remontarnos hasta donde "creemos" nuestra vida sería mejor?


El laberinto deberá tener fin... así recorramos trescientas vidas y trescientas más aquí, allá, con este cuerpo u otro, con pobreza, solvencia, enemistad, celo, rabia o sensatez... la música siempre estará ahí para todos y/o para quien quiera ejecutarla, disfrutarla o trabajarla...
El dédalo en otro cuerpo sería igual?  Similar?  ...o tan distinto que no cabría siquiera en la imaginación el estar inmerso en él?