martes, 16 de octubre de 2018

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No es la primera ocasión en este tiempo en que Morfeo me recuerda lo vulnerable que podemos ser ante el amor o el deseo.
Quizá ha sido por mi estrecha relación con el trabajo musical que llevo haciendo a un lado todo cuanto al menester sentimental se trate...

Y es que han sido ya más de treinta años en los que jugué cierto papel al lado de alguna mujer, y mi haber en el de ellas, dejando el tiempo su marca indeleble y sus tatuajes en mi rostro, mi piel entera y, sobre todo, mi postura actual hacia todo lo que encierra una relación.

Y "aquí estoy", degustando un café diurno, dándole "vueltas" a lo inenarrable que Morfeo me mostró esta mañana y que, seguramente, en algunas horas pase todo ello al buen buzón del olvido... ese que es tan preciado cuando el daño y/o el dolor ha sido cómplice o cercano vecino a lo largo de los años.

Lo cierto es que todos poseemos "nuestra postura"; que todos tratamos de sobrellevar "lo que nos tocó vivir" en el ámbito sentimental y, quienes sabemos que "tuvimos lo que merecimos", dejamos atrás los tabúes y aceptamos las consecuencias de nuestros actos reflejados en lo actual "sin chistar"... todo, bajo el yugo férreo que demanda la experiencia misma.

Hoy, los tiempos ya son otros, las palabras parecen no "funcionar como antes", la indispensable música cotidiana ha pasado a otro término en el diario juvenil, los planes actuales van más acordes a la demanda del propio joven y, aquellos que se interesan por lo senil o lo arcaico, tienden a ser "los más interesantes"... quizá por "extraños", por "no ir acordes a la par social actual" o sencillamente por "sobresalir" de la gran masa común.


No es la primera ocasión en que Morfeo me trae una nueva piel a mis manos, planes diferentes a mi ahora reducida agenda de vida o caprichos y/o trayectos nuevos... mas, cuando me propone a una mujer a la cual le llevo más de veinte años, sencillamente hace trastabillar hasta la última de mis células y me deja reflejo fiel de lo utópico, lo vano, lo indecible, lo innecesario, lo disfuncional, lo repetitivo que resulta la vida y donde termina por quedarse sólo el ceño fruncido o una mueca con labios apretados en señal de inconsistencia existencial.

Y, a pesar de todo ello, cuánto agradezco a Morfeo que me recuerde aún con vida.