lunes, 22 de mayo de 2017

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Habrá siempre, supongo, algún momento especial en la vida donde cambie para positivo cierta perspectiva que se tiene acerca de ti o de lo que haces. Obviamente no tiene nada que ver con fraudes, engaños, falsedades y demás virtudes que poseemos y hacemos los hombres.

Mi labor como compositor había quedado en el olvido desde hace ya once años y hace una semana fui contratado por una familia que lleva la trova "en las venas", que para ellos no hay mejor expresión musical que esa y conocen a la perfección a cualquiera de los grandes y viejos intérpretes de esta guardia. Saben a quienes me refiero.

El punto en específico es que fui contratado tres horas para hacer esa música y no la comercial que escuchamos todos los días en los canales de videos o en la radio bajo la premisa de que se era fan mío y que les interpretara en específico una (y varias) de mis canciones escrita por allá en los años noventas. Habían reservado una fecha para tal celebración a raíz del cumpleaños de la señora de la casa y fue pospuesto una semana para vida de que yo estuviera ahí.

Fue una sorpresa para ella llegar a su lar y encontrar todos los preparativos para una íntima tertulia familiar y más su asombro cuando me miró pulsando mi guitarra ahí. Fue entonces que salieron a relucir comentarios de "secretos" que se traían entre ellos (refiriéndose a la sorpresa en sí) y de inmediato, sin salir nunca de su asombro, pidió su canción favorita.
Ya en sus primeras notas comenzó a llorar y a aferrarse a su esposo que, gustoso y en muestra de triunfo total, observaba que aquella sorpresa sería la más maravillosa en años que él daría a ella.

Mi asombro estuvo a la par pues jamás imaginé el peso que una canción mía tendría sobre alguien con el paso de los años. No está por demás decir aquí que mis ojos se inundaron a la par de ella.

La tarde transcurrió volátilmente ágil después de haber repetido el tema hasta en tres ocasiones más a petición de la festejada y salí de aquel recinto en pro de mi próximo compromiso de trabajo nocturno en un fin de semana pesado en labor y cargado de emociones.
Ya en el auto recapacitaba, valoraba y comentaba conmigo mismo acerca de lo vivido.


Y sigo inmerso aún en el paradigma que en muy vagas ocasiones tuve en mi lar respecto a esto, al valor que ni yo mismo me he dado como compositor "retirado" (y que quizá terminé por infectarme en mi seno) mientras, en alguna parte de este pequeño mundo, existe quién estaría dispuesto a escucharme, a enamorarse más a través de mi música o a querer sorprenderse y amistar conmigo ...aunque tengan qué pagar económicamente por ello.