domingo, 13 de mayo de 2018

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Ha sido y sigue siendo sumamente difícil de encontrar las frases y/o palabras para descifrar lo que toda esta primavera ha rondado por mi mente.  Lo reflexivo ha jugado un papel determinante y todos los tópicos existenciales han estado a la orden de cada noche, de cada pausa en el trabajo, de cada traslado, de cada atardecer...

En el despertar está la esperanza (dicen) cuando, en mi caso, está el volver a recapitular y entender qué sigue, hacia dónde es que debo mirar, por qué es que debo "aguantar", qué reconsiderar, a qué darle más valor, qué pesa más en la balanza o si definitivamente hay que arrojar dicha romana a la mierda y volver a hacer lo que el corazón o la intuición dicta.

Atrás queda lo que sencillamente está atrás.  La vida misma no permite que estemos "atorados" ahí y, en cada cambio o acontecer cotidiano, el mismo laberinto incluso invita a seguir, a virar una vez más, a escribir y dejar inscrito ahí todo ese acontecer para continuar con nueva ala y seguir rayando paredes más delante... y no precisamente porque la historia se pueda volver a repetir, sino porque a pesar de entender que el hombre es el único animal que tropieza de la misma manera dos veces, también es capaz de resarcir cuanto daño ha hecho, acumulado o recibido.

Cuán útil es ahora el silencio, la tolerancia, el respeto, la cordialidad y el amor mismo para continuar... y, aunque este último se siente de momento desgastado o resquebrajado, es por bien sabido que una curación superficial podría ayudar enormemente a que sane de fondo.  La labor personal no ha sido titánica en ese aspecto y bastaron sólo algunos años para retomar fuerzas e intentar de nuevo.  Lo "malo" de ser una persona bastante sensible me cobró a su manera y los días venideros precisan dar más importancia a lo tangible, a lo forjado, a lo edificado con aquel tesón que demanda atención. (aunque suene a lectura de horóscopo)

Aquí es justo cuando las palabras atrofian de cierta manera el entender y su peso dan cabida a otras tantas que, gracias a la vida, se pueden comprender al menos un poco y nos dan la pauta por decidir una vez más (aunque se pueda mal interpretar o contradecir dicha decisión).
Lamentables aquellos días, tristes desenlaces, inciertos amaneceres, largos desvelos y, aunque pocos desenfrenos, los resultados casi terminan por opacar color al exterior y convertir las tardes en grises aún sin nubarrones amenazantes.

Con todo esto, sostengo que nadie sabe nuestro dolor, nadie entiende a ciencia cierta la vida, nadie puede sino sólo dar palabras y frases que carecen de peso en la humanidad y nadie querrá entenderlas (lo que es peor) pues, en su afán de vivir, se toparán con la sabiduría y la experiencia a punta de duros golpes y francos zarpazos... y será hasta entonces en que decidan por escribir sus propias vivencias, su propio libro, su perspectiva de vida (que a su vez terminará por quedar en el olvido de los demás).


Es justo en este círculo semi vicioso en que todos terminamos por caer en su centro y observamos que los demás giran entorno nuestro a manera de burla, acechantes, observadores de nuestra pausa o caída y nos dejarán ahí hasta que sepamos levantarnos... y no con el afán de que entendamos y aprendamos, sino por la simple razón de que a nadie le importa nadie y sólo están sumergidos en lo propio... mirando, juzgando, etiquetando.

Termino por pensar:  si así ha sido toda mi primavera, cómo vendrá mi verano?




P.D.
Ya sé que aún es día 13, mariposa multicolor... pero, créeme, un día diecinueve ya jamás se olvida.