jueves, 9 de julio de 2020

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Este blog nunca fue creado con la firmeza de quejarme o de lanzar piedras al viento (con nombre y sitio) para que cayeran cual duras y pesadas son sobre ciertas cabezas.

No me recuerdo en sí si, luego de crearlo, me percaté de que tenía el "poder" de escribir y plasmar aquí lo que quisiera, el tiempo que quisiera y desterrar de mi mente, recuerdo y sentimiento cuanto se me ocurriese.
Así pues, inicié una travesía textual de la cual nunca he querido soltar o alejarme.

Y es que forma parte del desahogo, del inventar e imaginar situaciones o sucesos, del plasmar de los sueños, del vivir enamorado (a mi manera), del entablar un diálogo sin música o del simple echar las letras al ciberespacio para dejarlas como vestigio del que un día fui.

Mas, es más marcado en estos días, que cierta vacuidad se anida de manera casi perpetua en todo mi quehacer; la pandemia que vivimos nos limita enormemente y no deja resquicio ni siquiera para poder respirar lo gratuito de la vida... qué decir de lo económico.
Qué decir de las tertulias, de las visitas, los besos o los abrazos, de los festejos, las vacaciones... tanto y tanto gel antibacterial, alcohol y cloro sanitizante sólo nos dice que no podremos desinfectar el universo por mucho que lo apliquemos o lo usemos... (Y lo peor, debilitamos a nuestro poderoso sistema inmune).

Con este día, casi suman cuatro meses de asueto artístico y es sólo a través de las redes sociales y una que otra plataforma en streaming que nos puede sostener activos cuando, aseguro, la música debe ser considerada esencial... pero, vuelvo, resulta extremadamente lamentable el descontrol a lo que todo esto ha desembocado.
No conozco persona alguna que viva sin música en su derredor... personas que, incluso, disfrutan del 'canto' de las aves como algo simple y gratuito que la naturaleza nos brinda (y otros tantos estudios que sostienen que, con música, hasta las plantas crecen mejor o los animales cambian para bien su estado de ánimo mejorando a la vez el producto alimenticio que ofrecen al ser humano).


Pero, vaya... vaya al olvido este dos mil veinte, vaya a la mierda cada decisión errada de quienes han protagonizado este caótico momento mundial; vaya al desván (a esperar un mejor año) cada beso, cada abrazo, cada soplo al oído y cada nota que ha quedado muda tanto en mi voz como en mi guitarra gracias a esta pandemia sanitaria.

Es por demás subrayar la austeridad económica por la que estamos pasando todos y cada uno que nos dedicamos a las artes, al entretenimiento y/o a la farándula.
Sólo deseo que podamos aferrarnos al amor mismo tan fuerte que nunca nadie nos mire caer... porque, de hambre y deudas, ya han caído algunos tantos.