domingo, 23 de octubre de 2011

.

Por cierto, si difícil ha sido salir del laberinto, más difícil ha resultado el hecho de "encontrar cobijo o comprensión" desde las afueras.
Doloroso ha resultado mi entender que, estando aún inmerso en el dédalo, había esperanza, tenía cierta tranquilidad y "lo necesario" para vivir (aunque, algunos han observado desde su trinchera, que esa no era vida).

Es justamente en este menester que me he percatado lo efímero de las amistades, la vano de las palabras de aprecio y apoyo de quienes se dicen tus amigos y, los más cercanos, en su trajín cotidiano se niegan a percatarse que ya estoy "fuera", que no tengo en plan el continuar virando de manera incierta en los suburbios de aquel y sólo desean que regrese a formar parte de aquello que hoy sencillamente ya no me aprecia en su camin pues, cada paso que intentaba dar en cada recorrido, terminaba por maldecirme desde su piso, desde cierta entraña o desde cada abismo donde asomaba.

Aquella mujer quien pudo mirarlo (incluso desde hace más de quince años) hoy día sigue sosteniendo lo dicho en aquel tiempo y ha sido la única quien me ha ofrecido cobijo, un poco de esperanza, tranquilidad aparente y algo más en su andar.
Supongo que es ella, en cierta medida, quien ha burlado más de las trampas de la vida que muchas otras, que ha sabido "abordar y bajarse" donde es necesario en su recorrido y me ha invitado a alejarme aún más de mi "antiguo" laberinto.

Sin embargo, existe algo en mi corazón que se niega, algo en mi emoción que no termina por comprender y, no quiero asegurar o creer, que es simplemente porque llevaba tano tiempo sumergido en mi propio dédalo que sencillamente me cuesta trabajo entender que hoy estoy fuera de él... digamos, que ha tenido gran poder sobre mí la "fuerza de la costumbre".

¿Qué más podría resumir de todo esto? ¿Qué incierto cada momento que permanezco fuera, inamovible, vacío, con el estómago presionado, sin futuro alguno y, peor aún, negando la única ayuda que se me presenta?
No quisiera hablar mal de otros cercanos consanguíneos pues, ellos en su menester habitual, no podrían contemplar siquiera la idea de que requiero de cierto apoyo que, sencillamente, pareciera no me pueden dar.


A pesar de todo he visto una nueva luz...
Ella se ha mostrado cuando mi soledad ha predominado, cuando estoy lejos de todo y todos e intento reencontrarme apoyado bien sea con el mar, la música o la propia que me brinda el viento... viento amigo, inseparable, fiel, sabedor de todos mis secretos, emociones y tristezas.

No sé si me ataré momentáneamente a dicha nueva alternativa o propuesta. Supongo que "algo dentro de mí" me dice que debo aferrarme a ella y, sólo espero, que en verdad sea para un bien común, por el todo, por obra y virtud del mismo amor y, principalmente, para poder sobrellevar esta ausencia de dédalo que, aunque no lo crean, duele enormemente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario