viernes, 30 de diciembre de 2011

.

Supongo que habrá quién no pueda “verlo como yo”; quien se pueda enganchar de lo primero que se asome o quien se pueda asir de cualquier saliente para poder conseguir el no acordar conmigo o sencillamente el no desear “estar conmigo” aquí, fuera del laberinto.

Y lo puedo entender a manera de reto, de postura retrógrada, de capricho o de simple experimento desde su perspectiva mas, sé bien, que la mía tiene su cauce, su arista, su propio prisma y caleidoscopio que me ofrece toda la gama necesaria para estar aquí, aunque lloroso, pero con “la espada de la razón desenvainada” en pro de guerra ante lo evidente que intenta revertirse en mi contra.

Lo puedo entender si tú me lo dices, si eres tú quien hace énfasis en mi poca o mucha razón que, supongo, aún poseo; lo entenderé también si coincides conmigo con el llanto, con esa presión, con ese permanecer azorado y temeroso ante la postura mundana que parece más inhumana cada vez que cuestionas…

Lo podré entender si tan sólo lo susurras en mi oído logrando que, a pesar del poco volumen en tu voz, ella se pueda colar hasta lo más recóndito de mis huesos y termine por erizar mi piel…

Y sabré que lo he comprendido cuando termine este llanto, cuando sostenga en una sola mano tu sentir y/o sufrimiento, cuando te sienta a la par en mi andar o yo en el tuyo y la comunión sea más que el ingerir a la vez, cantar al unísono, coincidir en el abrazo o gritar al mundo la misma palabra cuando no podamos más con su presión…

Entenderé, entenderás… y volveremos a ser uno, a dejar de restar los días, a sumar más noches, semanas, meses, años… La vida misma.
Sabrás y sabré entonces que ha sido una vez más el amor el que termina por triunfar a costa del todo, de todos e incluso de nosotros mismos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario