viernes, 2 de diciembre de 2011

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Desde este estar paralelo al dédalo, las "visitas" que he tenido han sido enormemente sorpresivas y, por otro lado, algunas más que he buscado, han terminado por decepcionarme.

Aquellos quienes se decían amigos fervientes e incondicionales son los que más han revertido de una manera por demás inexplicable esa postura que decían tener hacia mí.
Más doloroso no pudo haber sido el intentar buscarlos en este trance que atravieso.

Sigo aún, mientras esto y aquello se sucede, intentando encontrar esa parte mía que he extraviado y que, sé con certeza, ha quedado inmerso en el laberinto.
Tristemente me percaté que dicha parte ha quedado ahí justo cuando me vi, sin previo aviso, en esta postura paralela y, quienes aún permanecen inmersos, no han tenido la gracia o la amabilidad de devolverme eso que me pertenece y que necesito tanto para vivir en cualquier lugar que pudiera encontrarme.

Esto ha sido un grave problema en mí pues, ni siquiera este arte que porto conmigo y que es el don de la música, ha logrado otorgarme parte de todo ese amor propio que ha quedado en el laberinto con lo que, siento, muero lentamente y me encuentro aún "sin piso" en estos días que, además de fríos de temperatura, se muestran fríos desde el corazón de los demás y de la propia música.

Lo único "rescatable" es este sentimiento que me otorga una gran interpretación y que, además de dejarme asomar ciertas lágrimas eventualmente que necesito sacar, arropan mi garganta y mi guitarra de una manera que jamás esperé poseer; es por ello que termino por agradecer al creador esta muestra de cariño y consideración.

No será pronto, eso lo sé, que todo esto termine, que cada situación se acomode y, es un hecho, que requeriré de aferrarme a toda saliente en este abismo para no terminar por caer pesadamente luego de tanto daño que he provocado y de soportar cada roca que me es arrojada aún sin terminar de asirme de manera firme y que proviene de parte de quien acompaña mis días.

Mi tolerancia ya ha topado sus límites, he gritado, he vociferado, he blasfemado, he jugado mal, he apostado al seguro perdedor y no he agotado aún todas las opciones.
Sí se divisa luz en el camino y, a pesar de que miro en ocasiones más iluminado el camino dentro del dédalo, mi situación paralela a él, me hace entender que debo aceptar la que me ofrece el momento y no la que "estaba acostumbrado" a recibir.

Dicha luz del laberinto hoy está predispuesta para algo más, para algunos otros y en específico para quien aún está inmerso en él... e, insisto, no soy yo.

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