domingo, 11 de diciembre de 2011

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...y es que, quienes te conocen no lo podrían creer de ti y, mucho menos, quienes me conocen, tampoco lo podrían creer desde mí.

Y todo se vuelve un extraño juego, una mala fórmula, un desperdicio de tiempo, forma, espacio y acción; pero, qué se puede hacer ante este par de posturas estúpidas con las que "seguimos jugando"?
No podrá existir otra manera de lidiar con esto? Es que es "tan necesario" el que sea el tiempo y sólo él quien se haga cargo de lo nuestro?

En aquel tiempo, sostuve (y sigo sosteniendo) que tu resolución ya estaba tomada y, hoy día, la sigo catando desde ti y vuelve a sumarse el desconsuelo, el sin rumbo, el seguir fuera del dédalo y este escriba sin participación alguna en tu haber, en tu pleno sentir o en tu devenir.

Y, en cierta forma, supongo que debe ser así, que debo tranquilizarme y dejar que todo suceda, que "el todo" ocurra, que el silencio acuda, que el desamor se muestre, que se canse alguno de los dos (tú del seguir inmersa en el laberinto y yo de seguir fuera de él)... o sencillamente que todo estalle; que se cometan los erros, que se pruebe lo que se desea y se entrometa quien quiera entrometerse bajo tu permiso o el mío.
Lo "demás" vendrá por mera y simple añadidura.

Y, sostendré entonces, alguna bandera vacía de color, un espacio plagado de silencio que no tendrá "fondo alguno", una llamada a la cordura sin deseo de realizarla, una enorme apatía a la lucha y sabré utilizar "mucho mejor" esta parte del desamor que he recogido desde ti para regresártelo enorme, más sustancial, más doloroso, con más desinterés y desgana... y todo, probablemente, para continuar con esta lucha ligera que, a la larga, tiende a pesar y a llamarse lid épica.


Y no sé por qué es que sospecho que jamás volveré al laberinto... laberinto del que te has adueñado, del que me has sacado y te has regodeado tanto en él y de él que pareciera en totalidad una muestra de valentía tal que ni siquiera una horda de ángeles podría superarte en determinación.

Aunque, muy en el fondo, algo me dice que debo quedarme aquí, fuera... quieto, tranquilo; ser tan observador como antes y evitar al máximo que todo esto me condene o lastime... a pesar de saber que estoy escribiendo "las palabras idóneas para mí" y ya es tarde pues, su haber, ya está más que en duda o carece de fuerza para poder implantarse como debieran.

¡Qué tristeza... qué tristeza...!

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