sábado, 19 de noviembre de 2011

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Vaya manera de seguir paralelo al laberinto, cargado de silencio, de incertidumbre, de escenas por demás lamentables y tristes, de esa lucha de poderes que no lleva a ninguna parte y de esa profunda tristeza que puede más que cualquier beso, que cualquier frase o que cualquier premio que la vida pudiese otorgar.

Aún queda sin comprender mucho de lo antes expuesto, mucho de lo antes escrito y mucho de lo comentado en inicio...
Queda, aquella mirada colmada de agua salada, aquel apretar de los puños, aquellas ataduras colocadas con afán de poseer, de quizá lastimar y, lo que pudo haber sido en inicio placentero, cobra una esencia incierta, un tanto cruda, dura y con un sentido totalmente diferente al que en inicio se había pensado.

Quiero decir con esto que, prácticamente todo, ha cobrado un viro tal que, ni siquiera estando inmerso en el dédalo, pude sentir, vivir o al menos vislumbrar.
La experiencia que adquiero estando paralelo a él es más que lamentable, dolorosa, profundamente triste y cargada de recelo y una rara especie de venganza aparente.

Si bien la confusión ha reinado todo este tiempo, ese observar de un lado a otro estando en esta posición, me ha mantenido con el estrés suficiente para hacer el mayor de los desastres, el mayor de los daños y, lamentablemente, ha sido directamente a la mujer que amo.
No he podido vislumbrar el momento en que todo esto fenezca y tenga ese final acorde al amor, a la comprensión, a la tolerancia y a la libertad que tanto nos ufanamos de gozar.

Es por ello que sigo tratando de descifrar este espacio, que sigo intentando aclarar el presente sin que lastime a nadie, sin que salga a relucir este mediocre que habita en mí y que (aparentemente por amor) es que ha cometido y sigue cometiendo las peores aberraciones que jamás creí cometer.

Sé que no tengo manera de obtener disculpa... pero, al menos, supongo que sabré disculparme yo mismo e intentar así vivir tranquilo... con o sin dédalo.

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