martes, 8 de noviembre de 2011

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Hoy día, a pesar de lo que pudiera parecer, reafirmo que sigo fuera del dédalo al enterarme de una forma u otra que, tanto mi decisión como mi palabra y acción, no tiene ya peso alguno frente a aquellos quienes son de mi sumo interés o que gozan aún de un lugar privilegiado en mi corazón.

Supongo que ha sido error mío el que los haya colocado ahí pues, veo con suma tristeza, que sólo se ocupan de su interés y conveniencia y que parte de sus hechos sólo reflejan el beneficio personal arrastrando a quienes aún inmersos en su laberinto le acompañan.

Más que con tristeza observo todo esto.

Han logrado estas personas en muy poco tiempo reafirmar esto, arrastrarme consigo (a pesar de estar caminando paralelo al laberinto), sacar beneficio personal e ignorando por completo los intereses comunes o individuales de los demás echando a la basura tanto la prudencia como la tolerancia y el respeto.

He recibido llamadas a deshoras, mensajes sin sentido aparente muy entrada la madrugada y, ello, sólo lleva a reafirmar, insisto, todo lo que he descrito con antelación.
Pocos o nadie han sabido con exactitud lo que preciso y sólo quieren ver lo que tienen enfrente sin tomar en cuenta el trasfondo de las cosas o las situaciones.

Ha sido enormemente difícil el dar con aquel ente que sume esfuerzos, que no deteriore más aún lo llagado, que sume y que no reste o aquel que con tranquilidad escucha y no juzga.
Mi rostro desencajado y plagado de desgana me delata y, mis lágrimas, son sólo vistas como chantaje, falso dolor o fingida incomprensión.

Paralelo al laberinto no existe un camino definido, no hay sino sólo un borde hacia el vacío donde, a manera de descanso, se puede esperar a la siguiente resolución, a la siguiente fase y al próximo paso.
Puedo ver claramente por encima lo que hay inmerso en el dédalo y puedo elegir entre la magia, el amor, la desgana, el desamor y un sin fin de sentimientos que se encuentran al lado del camino o desechados por alguien desde el interior del laberinto, esto, sin que nadie pueda evitar el que otros lo recojan... incluyéndome.

Algunos otros objetos sólo los tomo por un momento y los vuelvo atrás en este andar sin que provoquen o causen mella en mí, y sé, que habrá tiempo para dedicar todo este menester tanto al reencuentro con dichos objetos como al que aparezcan frente mío y pueda observarlos, analizarlos o simplemente observarlos pues, creo en definitiva, que de nada serviría recojerlos y usarlos como arma para "librar la batalla" consecuente por tanto y tanto andar.

Y así, plagado de desgana y frustración, termino con este escrito.


Mañana les diré.

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