domingo, 4 de enero de 2015

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A dos mil quince se le ocurre iniciar con pesadumbre, con poca gana de que transcurran sus días y, eso, beneficia aún a muchos que la han seguido pasando de copa de en copa y de celebración en celebración pues, "alarga", el día preciso en que se deba regresar al trabajo, en que regresen los días de escuela y otros asuntos que dan vida y actividad a este enorme rancho llamado Guadalajara.

Dos mil quince inicia para mí con algunas sorpresas, con detalles por demás absurdos por parte de una mujer y algún compañero de trabajo demostrando que vale más "gandalla que otra cosa" en esta vida para poder ser "alguien" o hacer "algo" y aún se dan el lujo del ni siquiera hablarme o de limitarme aún más el entorno... par de pendejos.

Dos mil quince me sigue trayendo en arrastre todo aquel lastre que perjudica mi relación y que cada vez más parece pender de un hilo (como habitualmente se dice). El simple hecho de saberlo no deja margen un tanto holgado de zona de confort con lo que se espera que suceda algo importantemente difícil o crucial en corto plazo aunque, por otro lado, pudiera suceder lo contrario.

Dos mil quince, en sus primeros días, porta más sorpresas que otros inicios de año pasados; hace que se nos erize la piel con el cúmulo de impuestos y otros aumentos que nos vuelcan la economía familiar y forza a trabajar mucho más del doble para vida de subsistir o supervivir pudiendo también con el sostén de la prole... aunque uno quiera trabajar, habrá alguien que se lo impida no por envidia o falta de escrúpulo laboral, sino porque sencillamente circula (al parecer) menos efectivo y... bla bla bla... cosas de la inflación.

Dos mil quince principia para mí con incertidumbre, con "pocas miras a futuro", con la necesidad imperante de vivir más al día que sumergido en el pasado o esperando ese futuro que, sigue, viéndose tan lejos como nunca y tan cerca como inalcanzable.
Llega, con noticias que nos tuercen la boca en mueca de incredulidad o de incertidumbre y desagrado mezclados y estos primeros días nos dan las sorpresas "necesarias", las que podemos cargar, entender y sopesar aún pues, de llegar todas en un momento, supongo que terminaríamos por suicidarnos o volvernos más apáticos de lo que ya reflejamos.


Sí, dos mil quince llega con más incertidumbres, con menos amor, con menos vida, con "más y peor de lo mismo" (o debo decir "peor y más de lo mismo"?) a pesar de la vastedad de mierda spam de buenos deseos (y otros enseres que parecen ridiculeces a todas luces) que circundan las redes sociales y que tienden a ser idioteces ante la obviedad de la situación en muchos de nosotros... crisis!

Dos mil quince... quince! ...y lo sigo contando.

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