sábado, 23 de noviembre de 2013

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Tanto dentro como fuera del dédalo, existen momentos donde nuestro día entero es requerido para actividades diversas tanto humanas como sociales y laborales... y resulta realmente patético el que "nuestro día termine bien" cuando lo llevamos todo a cabo y nos vemos exhaustos frente al espejo justo antes de ir a la cama.

...y sé que también existen personas que una sola actividad les consume todo el día y que no cabrían en esta lista de actividad:
- Despertar
- Ducharse
- Desayunar
- Correr a la escuela
- Salir de ahí con el tiempo medido para sólo comer donde sea y continuar con...
- Visitar a aquel compañero con el cual se hará la tarea para el día siguiente o acudir personalmente a la biblioteca y concluirla solo.
- Acudir al centro de la ciudad para adquirir aquello que precisamos...

En fin... puedo seguir detallando el día, colocando otra actividad que bien pudiera ser laboral y no estudiantil, que sea de un músico plagado de compromisos (donde el reloj -el tiempo- es esencial para el buen y mejor desempeño de cada compromiso) o, por qué no comentarlo, que sea en estos días que se miran más cortos por ser temporada otoño-invierno y creemos que "el día no nos alcanza"...

Y es justo bajo esta premisa que quiero hacer hincapié pues hubo un instante en que pude detener mi actividad y recapacitar en ello (aunque, no propiamente en un horario laboral o propiamente social).

Por lo general no tengo una actividad colmada de ocupaciones; seguido se bromea en ese aspecto al sugerirle "una cita" al amigo o al compañero de profesión para poder vernos... mas no es mi caso.
Y sin embargo, a pesar de que se me dio parte desde las diez u once horas del día, no fue que me presenté con él sino a eso de las tres de la madrugada del día siguiente (todo por razones sociales, familiares y laborales) cosa, que me molestó realmente y, aunado a otros factores, debido a ello no pude permanecer más tiempo de haberlo pensado pues, para esa hora, ya el cansancio era mayúsculo y el día siguiente lo social y familiar me demandaba... y, tal como lo dije desde el inicio de este texto, me parece patético!

Y es que ese volver a recapacitar en "mi gran actividad cotidiana" me tiene así... consternado, observando hacia el parque que tengo frente a casa e imaginando cómo son ahora los días allá en casa de Memo, hoy día, sin su madre, la señora María Guadalupe Aceves Flores quien decidió ir al más allá a ser recibida por su esposo que hace algún lustro (poco más o menos) también dejó de existir... allá, donde podrán gastar "su tiempo" en cualquier otra actividad que dejará de ser mundana.


Y, mientras nosotros aquí, seguiremos llorando las ausencias, colmando de prisa la tarde, peleando con el tráfico citadino y reorganizando una y otra vez nuestro poco momento para el alimento formal... esperando (de alguna forma) que otra noticia del deceso de un amigo o pariente cercano nos haga detenernos en el arduo día para recapacitar en todo lo que estamos haciendo y/o en todo lo que vamos a dejar de hacer llegado nuestro momento.

Maestro Pacheco: en verdad deseo que anide en ti mi más sincero y profundo pésame por la ausencia hoy tan sensible de quien fuera tu madre. Dios nos de fuerza y resignación.

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