sábado, 20 de julio de 2013

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Fueron al menos dos ocasiones en que se dejó escuchar la frase "qué lástima que sólo en ocasiones así nos reunimos o volvemos a ver"... Fueron al menos dos ocasiones más en que pude verlo ejerciendo hace alrededor de dos meses y, seguramente, más de doscientas personas le acompañaron en sus últimos momentos sobre este planeta.

Y, mientras eso sucedía por un rumbo de la urbe, por otro festejábamos a nuestra hija en casa con motivo de su cumpleaños... y así, relativa y correspondientemente.

Aquella noche fue de recuerdos, de suma tristeza y de desvelo seguro, el mismo al que estamos acostumbrados todos quienes trabajamos en la música y, aquellos otros quienes lo hacen por necesidad o simple amor a las altas horas de la noche, seguro sabrán a qué me refiero.

Benditas nuestras esposas (os) que tienen a bien entender nuestra labor; benditas, por las tantas horas malas y de preocupación que a menudo sembramos en ellas... Benditas por "cargar cierta cruz" (como coloquialmente se dice en este rancho) que no "les correspondía" como tal. Benditas por lidiar con nuestros raquíticos sueldos actuales y hacer las veces de organizadoras y repartidoras de cada centavo. Benditas por seguir al alba y con una sonrisa cuando, al tiempo de dejar su lado, terminan llorando de cualquier manera y vuelven "en sí" luego del largo sueño al que las sometemos con nuestra vida, arte y rumbo errático que en muchas ocasiones tomamos u optamos por.

Y vuelve a ser como tontamente lo manejamos en vida pues no es sino hasta que alguien del gremio fenece en que nos acercamos tanto el uno del otro, en que volvemos a visitarnos y cuando justamente ya no está "en tiempo y forma" y son los que quedan quienes se enteran de cuántas personas nos estimaban, de cuántas más llorarán nuestra ausencia, de cuánto y cuánto detalle queda impreso en acetatos, grabaciones y ejemplos fehacientes de que en verdad amamos (o al menos intentamos) esto que hacemos y que es la música.

No soy yo el más indicado para hablar de él... no puedo ser yo quien detalle su persona y haga sobresalir frases suyas como "hermano, no me regales dinero, regálame tu corazón!" y que utilizó en sus últimos días...
No soy yo el indicado para detallar quienes y cuántos lloraron en su misa de despedida y cuerpo presente escuchándole despedirse y agradecer a todos quienes se concentraron en la iglesia sabiendo hasta entonces que "había preparado todo" previo a su deceso...

No pude ser yo "nadie" quien pudiera hacer levantar un poco la mirada de los dolientes y sólo deseo hoy el poder coger parte de esa fortaleza que observo en todos ellos para cuando me toque despedir a uno de mis más cercanos consanguíneos...



Mientras tanto, que se deje escuchar ese piano, que se entrelacen una vez más esas armonías y que nos hagan recordar hoy y siempre a este compañero y amigo que ya nos ha abandonado que, mi instrumento musical, estará ahí para cuando él vuelva a preguntarme: "Lalo... dónde está la guitarra?"

Q.D.E.P.
Octavio Armando Armenta Gomezllanos.

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