jueves, 4 de abril de 2013

.

Muchas veces ha sido sólo la música la que me ha acompañado y para bien en todo momento ante cualquier situación, ante cualquier sentimiento e incluso ha sido la que me ha dejado grandes satisfacciones y ha sido mi manera de vivir desde hace algún par de decenas de años.

Ha estado conmigo aún cuando no tengo a nadie al lado, cuando todos se han apartado o cuando he necesitado de un arma para intentar descifrar parte de mi esencia o de aquellos quienes han interactuado sobre un escenario a mi lado...  Para lo que no he abusado de ella es para conseguir a una pareja pues, siempre he preferido, que se acerque alguien a mí no por el poco arte que poseo, sino por quien y qué soy en sí.

Recordaba, por ejemplo, aquella grabación con dos amigos en un bar que se presumía por ser un lugar donde sólo el rock vivía y se gestaba (y que terminó por convertirse en un lugar donde el karaoke encontró un nido y donde, en definitiva, el rock pasó a un segundo término.
En dicha grabación se encerró parte de ese arte que poseemos quienes la hicimos y, bajo el consejo y recomendación de otro amigo, la escuché anoche con ese recelo, con esa profundidad y analítica que sólo un estado anímico te da y volví a resumir que es extraño el que nuestra participación en el bar haya durado tan poco con tanta calidad sobre el escenario... y no lo digo por mí, sino por la magnífica mancuerna que pudimos lograr.

Así pues, aquella ocasión en que el bajista me indagó celosamente y de nueva cuenta por esa grabación, se la volví a hacer llegar en dos discos compactos para su beneplácito... y es que no era para menos.
Había una comunicación intrínseca muy agradable, una manera de hacer la música como pocos (aunque nuestro jefe se burlaba de nosotros yo sabía que no era sino sólo envidia y... qué lástima, pues gracias a ello y a cierta posición frente a lo que hacíamos, fue que el mismo público no terminaba de apreciar la totalidad del concepto).


Hoy, que sigo desempleado, vuelvo a recordar a Luis y Joel, dos grandes músicos, que supieron llevar conmigo una parte de ese amor que debe vivir sobre el escenario mientras uno se presenta.

Gracias, chicos, por demostrar nuevamente (y desde el año 2009) aquella teoría del que vivimos aún en un rancho donde no hay lugar para la propuesta musical y donde, no quisiera decirlo así, nuestra ponencia se adelantó al público que acudía al lugar.
Ojalá alguna vez en el tiempo podamos coincidir otra vez y disfrutar de esas mieles que sólo la música nos puede ofrecer sin necesidad de alguna fémina en específico.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario