viernes, 20 de enero de 2012

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No te conozco... y ya me permitiste mirar hacia el interior de tu dormitorio y, con ello, recordar aquel que he estado mirando desde fuera del dédalo y que extraño tanto... con sus sábanas limpias, con su aroma femenino, infantil y un tanto frío.

No te conozco... y ya cruzaste mi mirada a lo lejos con esa inquietud de entender el cómo es que tanto tu luz en tu habitación como en la mía permanece encendida hasta tan tarde.

No te conozco... y ya he intentado el repetir observar una vez más ese tu espacio que imagino sólo a través de lo grueso de tu cortina y que no pienso en derribar para "estar contigo".

No te conozco... y ya adiviné una vez más lo que es la intriga, lo que es el celo, lo que es el parecer ridículo y furtivo antes de que salga el sol... y volver a recordar que una nueva cara me espera cada noche para que deposite mi beso en ella.

No te conozco... y ya desistí (desde la primera mirada lejana) de conocerte, de saber quién eres y dejar que sea alguien más quien pueda sentarse a tu lado en su momento, te desnude y pueda amarte como mereces ser amada...

...que, aquí, tendré pronto la cita que espero, la presencia que añoro, el sueño que requiero, el perdón que imploro y la comprensión que demando para volver a ser feliz como lo he sido, así, sin conocerte, sin la esperanza de querer hacerlo, de volver a cruzar la mirada lejana o intentar derribar esa tela que impide que nuestra intriga se torne mutua a altas horas de la noche.


No, no quiero conocerte.
Preferiré seguir observando hacia este lado del laberinto que me sigue atrapando con sumo interés y amor.

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