viernes, 4 de marzo de 2016

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Marzo dibuja un collage de situaciones que para muchos pudieran resultar difíciles de sortear y que, por desventura momentánea, es así para algunos de los que me rodean.

Marzo se presenta como mes definitivo para algunas rupturas, para algunos cambios en lo estructural marital o como el principio de lo que debe ser un buen augurio en cuanto a planes innovadores, esperanza en práctica o resultado positivo inmediato a lo antes pactado quizá desde meses atrás.

Marzo continúa para mí con sueños extraños que me levantan del lecho y me orillan a salir al encuentro del astro rey en el portal de este hogar que me ha enseñado mucho de la vida, del amor, de la indecisión, del desamor, de la ternura, la amargura, lo paternal y la desilusión.

Marzo, mes para el olvido de muchos más, brinda con sus días la continuidad de la vida, el acervo cotidiano que bien puede ser y convertirse en más que trivial a pesar de nosotros no desearlo o quizá simplemente la entrada de esa estación del año que todos llaman el inicio, la mejora o el rejuvenecer del planeta.

Marzo termina con la vida de otros más de manera inevitable entre hechos violentos, enfermedades, cansacio u oportunidades que bien pudieran haberse evitado gracias a la buena siembra que con antelación debió haberse hecho.

Marzo me conserva en silencio parcial, en observación del todo, en litigio con el amor, en la búsqueda del recoveco que me permita entrar al dédalo con el fin de seguir inmerso en él a costa del todo y a sabiendas que volverá a ser incierto, que el camino recorrido anteriormente me ha dado la enseñanza necesaria para no fingir más o creer que he encontrado el final de él o su centro... me ha hecho más humano.


Marzo y su gana de vivir, su empeño por gustar, su afán de renovar, su tesón porque entendamos y su paciencia para la continuidad de la vida...
A sabiendas, claro está, que el laberinto forma parte de ella.

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