lunes, 4 de mayo de 2015

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Mayo inicia con la sensación de estar en el exterior del dédalo más que de costumbre.
El punto radica justo ahí: en "la costumbre".

Alguna vez Juan Gabriel escribió para una de sus canciones que la costumbre es más fuerte que el amor y, el desgranar esa frase, en ocasiones nos lleva años.
Algunos otros más afortunados lo logran en unos pocos meses al estar con su pareja.

Hay otras palabras que se cruzan en la vida de cada relación y el amor (como tal) pareciera que pierde fuerza o pasa desapercibido (en suma apariencia) ante los ojos y actividad en el todo cotidianeidad de la vida marital.
Dichas palabras como responsabilidad, tolerancia, cariño, apoyo, comprensión, dedicación, cuidado y otras más son a las que me refiero.

Muchas veces, al tratar de descifrar el verdadero significado del amor y lo que en sí "debe representar", solemos caer en sumas contradicciones y en desviaciones que no nos llevan a ninguna parte y terminamos confundiendo el verdadero y profundo significado de dicha palabra.
Suponemos entonces que no conocemos en realidad lo que significa y cómo se describe cada sensación de lo vivido u ocurrido en nuestro interior cuando se está en amasiato o en matrimonio.

De manera por demás lamentable, nos lluevan comentarios u opiniones que sólo bifurcan y entorpecen más nuestro conocimiento pues, todos opinan, conforme "les fue o va en el baile". Los prismas refractan la luz de manera diferente si dicha luz es desde direcciones distintas.

Mi "postura como hombre" (varón) en todo este sentido ciertamente tiende a simplificar las cosas, a no buscar "traspiés" y a intentar llevar el todo de una manera más sencilla, quizá cordial y hasta práctica. Sin embargo, mi vida está acompañada de una mujer y, ella, tiende a opinar y a magnificar lo que yo observo y considero que debería ser más simple.
Tristemente todo esto ha mermado ya bastante a la propia relación y constituye una amenaza (por decirlo de alguna forma) a nuestra familia.


Habrá qué tomar más cartas en el asunto, remozar algunos votos o romperlos en definitiva, adecuarnos un tanto más el uno del otro e intentar redefinir esa "costumbre" que distrae por completo lo que a nuestro matrimonio refiere pues, de no ser así, se supone que seguimos acompañándonos uno del otro sólo cual si fuéramos hermanos, buenos cuates o siendo inquilino el uno del otro.

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