domingo, 22 de febrero de 2015

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Ven, acercate; respira cerca de mí y obtén de nuestro reducido entorno cada aroma que nos envuelve, cada uno de los pocos que aún emanamos cuando intentamos fundirlos en el más asequible a nuestro amor.

Ven, que tu desnudez me embriaga aún mucho más que antes; que me provoca el remontarme a lustros atrás en el tiempo y seguir constatando que la madurez es lo mejor que nos puede tocar... que está por demás el decir que los jóvenes gozarán de sólo eso (su juventud), pero nuestra experiencia, esa les costará mucho más a ellos que lo que a nosotros.

Ven, no dejes que la amargura nos frustre el momento; que la insensatez nos vuelque el corazón o que la incertidumbre acabe pronto con nuestro idilio nocturno... que para eso ya hemos padecido bastante y ha sido sólo por causa mía.

Ven, dejemos que el alcohol provoque en ambos ese estado de relajación suficiente para terminar tendido uno sobre el otro sin colmar el extremo de dicho estado; que es mejor el seguir conscientes del entorno y de continuar con el calor de tus manos o de las mías en cada región de piel que deseen.

Ven, escucha de cerca mi palpitar que yo haré lo propio con el tuyo, y querré entonces terminar dormido acompañado de su ritmo hasta coincidir esperando el amanecer, el calor del día, el clamor del ave, el susurro del viento o del frío invernal que aún nos acompaña noche a noche...


Ven, que yo iré; dame, que te daré... escucha, que yo escucharé... y deja que el tiempo se torne olvido, que el deseo se vuelva miel y que terminen nuestros labios hinchados de tanto besar nuestro cielo y de consumir la tibia piel que aún nos puede envolver.

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