martes, 26 de agosto de 2014

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Qué ganas de poder escribirte como antes, de ese haberte conocido tempranero y sin llegar a tener en sí un juicio o prejuicio entorno tuyo...
Qué ganas de poder estar escuchándote como antes, con ese dejo de añoranza por los viejos tiempos y con cada plan en la punta de tu lengua que se hacía acompañar por tu sonrisa en plan de complicidad.

Qué puedo decir entonces si "ya no existe ese vínculo a través de cierto mensajero"? ...si ya no existe esa luz que pude ver alguna vez en tus ojos... si ya no encontré sino sólo serenidad incluso en cada palabra tuya.
Probablemente han sido todos estos años que nos han dejado la impresión para "otra ocasión" o sencillamente ya hemos perdido ambos el "factor sorpresa" que la vida misma coloca frente a nosotros y que, de alguna u otra forma, no podemos ver ya.

Qué pudiera escribir ahora que apenas cruzamos un par de frases y que el entorno y actividad nunca dejó que cotejáramos "nuevas ideas" y fresca experiencia dada con nuestros años?
Qué tristeza el tener qué lidiar una vez más con la lejanía y dejarlo todo al "será en una nueva ocasión".

Probablemente ya el destino supo qué hacer con nosotros y no necesita el que volvamos a reencontrar la mirada en algún café, en coincidir frente a la mesa y sostener un tópico o en el hacer de cuenta "que tenemos tanto qué contar" como para demandar lentitud a las horas a costa de los demás o del trabajo mismo.

Qué ganas de poder escribirte como antes mas, obviamente, sin los mismos temas que arrasaron mi entender o que te aptraparon también a ti en su momento y que pudimos en algún momento compartir ante mi sorpresa por tu cambio, por tu amplia cordura y la simple razón y coherencia que te ha brindado el haber vivido más que yo en todo ámbito.

Qué ganas de poder seguir recogiendo desde cierto alumnado cada historia, cada semblante y cada mirada tanto de asombro como de deseo por correr, por salir, por huír o por sencillamente morir.
Qué ganas de sonreír a la par de tantos, de apreciar cada mañana el amanecer con miras a encontrar el nuevo atardecer y de ser al final del día ese solitario que deambula el parque acompañado sólo del viento y un susurro musical proveniente de la garganta.


Qué ganas de poder escribirte como antes, de hablarte como antes, de pensarte como antes y de soñarte así, con todo tu peso, tu pasión y tu desenfado ante tus actos.
Qué ganas de poder escucharte como antes...

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