martes, 12 de agosto de 2014

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No sé si alguna ocasión lo escribí en este "fuera del dédalo" pero, creo, ya es tiempo de ofrecer una disculpa e intentar que esto ya no trascienda más allá de lo que realmente fue en su momento.

Y es que toda aquella situación que se gestó al final de aquel "laberinto cotidiano" que tuve activo en su momento y que dió origen a este sencillamente nunca debió de haber sucedido.
Y me refiero a todos los momentos desagradables que mermaron en exceso mi estómago y los de quienes acompañan mis días nunca debieron de haber ocurrido... eso, en su momento, nunca lo entendí y estuve aferrado estúpidamente a querer solventar una actitud que no estuvo nuca a mi alcance.

Entiendo hoy día que, cualquier obstáculo marital o sentimental, sólo debemos dejarlo ser y, a pesar de saber de sus consecuencias, no debe ser truncado o removido por la fuerza o por ninguna razón que esté ajena a nosotros... y me refiero a mí en específico.

Aún recuerdo mi postura ante aquella actitud que implicó a más de uno fuera de este dédalo y, eso, jamás debió de ser y de ocurrir al menos de mi parte.
Hoy día entiendo también que, lo que surja de "la otra parte", es cosa de dicha "otra parte", que no debe importarme en lo más mínimo y que debo aferrarme al amor propio y hacer que la vida gire entorno mío y no a la inversa... qué tristeza que nunca entendí eso en su momento!

En mi mente repica el calor de mis altisonantes palabras, la ofensa en la punta de mi lengua y los puños prestos a dar en un blanco en específico... qué decir de mi intento de suicidio.
En mi estómago revolotea aún la sensación de aquella tarde en que, frente a su burla, mi enojo volcó en impotencia cuando, lo único de debí haber hecho era sencillamente nada! Dejar que el todo se sucediera y que mi blanco fuera sólo este quien escribe y no el todo pues, reitero, dicho "todo" nunca fue provocado en totalodad por mí. Deduje entonces que, lo que a mí concernía era lo que debía acatar y atacar, no el todo.

De ella no lo sé ni lo sabré jamás y, si me lo dijo, no le creí o lo olvidé ya en gran parte pues, tanto lo mío como lo suyo lo vislumbro hoy como absurdo y una lucha de poder que jamás debió haber ocurrido.
Cuán estúpidos fuimos ambos y, en lo que a mí respecta, cuánto más absurdo y estúpido fui... y cuánto más me costó el desgranar aquello que en estos días sólo forman parte de mi aprendizaje e inmadurez pues, sospecho, jamás sabré si en realidad formó parte esencial de mi experiencia aplicada a lo mundano y a lo sentimental para vida de ser mejor o peor persona...


Dejo aquí ese vestigio de lo que fue y de lo que es hoy y, aunque siguen las letras sin llevarme al interior del laberinto, sólo espero que este ir y venir de las grafías concluya con el mejor de los análisis y no recaigan en la sordidez... como en ocasiones acostumbro.

Por todo y más: mil disculpas.

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