miércoles, 5 de marzo de 2014

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En lo que un día y otro pasa las cosas se suceden.
Cada fallecimiento, accidente, menester que provoca, amargura que se rescata, epifanías, mounstruosidades incluso de algún mandatario que, arcaicamente, supone que el mundo es para él o sólo de él... el mundo cambia con nosotros encima.

En lo que una semana y otra pasa las cosas se suceden.
Las fechas postergadas, las llamadas inesperadas, las citas y los encuentros, los recorridos que nos llevan al mismo lugar y donde, a veces sin percatarnos del todo, reconocemos que nada es igual, que nada se sucede de la misma manera o incluso el entorno ya no permanece similar a nuestra última visita.

En lo que un mes y otro pasa las cosas se suceden.
Nos sumamos a la propia suma de los años y al recorrer del planeta sobre su órbita, reconocemos cada fase lunar y acompañamos al cosmos en su eterno movimiento sabiendo que también nosotros requerimos del no permanecer inamovibles para no convertirnos en un fósil, en un recuerdo apagado, en una palabra llevada por el viento.

En lo que un año y otro pasa las cosas se suceden.
Algunas quizá no con el fin que quisiéramos pero concluídas al fin, otras tantas más con la incertidumbre a cuestas y un mil más con lo inesperado intrínseco, con el dejo de duda, con la simbiosis o la catarsis que todos llevaremos en su momento y con el silencio o el sólo sonido de nuestros pasos en cada recorrido al mañana.


En lo que una vida y otra pasa... las cosas se suceden.

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