domingo, 2 de febrero de 2014

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No tengo ni la menor idea de lo que habita realmente en el espacio luego de haber observado las imágenes de aquel enorme objeto "tragando" plasma solar ocurrido allá por el año 2012 (año sabático para el amor en mi seno y que me trajo duras pruebas, nuevos bríos y reflexiones) y mientras tanto, aquí, la vida debe continuar de la forma arcaica que conocemos.

Y me refiero, en una observación más minuciosa, a lo individual, a lo familiar, a lo social y al pésimo desempeño o aprovechamiento que damos a todo lo tangible en nuestro planeta.
Ciertamente aquel objeto espacial me dejó sin palabras pues, reitero, no puedo imaginar lo que realmente habita en nuestro cósmico derredor y, si comparo con todo lo que tengo aquí, no puedo de ninguna forma colocar comparativas ante nada más que no haya pasado por mi experiencia y/o probablemente en mi imaginación.

Esto me deriva a pensar de nueva cuenta en la muerte como tal y en el arte intangible y hermoso que desempeño siendo músico y que, en algunas ocasiones, suelen ir de la mano cuando me es requerido para cierto evento con fines memoriales.
Mas, esta ocasión, fui contratado para "despedir" a una persona y hacerle pasar un rato agradable en compañía de sus amistades y familiares en un evento que se convirtió en un extraño "velorio anticipado" a pesar de algunos cantar afanosos para la invitada de honor quien padece cáncer (al parecer terminal).

De manera obvia no hubo baile o feliz festejo; sólo fue una reunión que me resultó por demás inusual pero que me puso a reflexionar acerca del acomodo que los humanos le otorgamos a la música en todo momento en nuestras vidas y de la que nos apoyamos cada que pretendemos decir algo que va más allá de la emoción y que no podemos (o no queremos) sólo describir con las palabras.

Vaya pues mi admiración una vez más a este arte intangible que es tan valioso en nuestro existir, a aquellas personas al darme trabajo en estos días de difícil situación económica y a su valor al no permitirse el llanto frente a "Vera" (por la cual se hizo la reunión) al hacerla pasar un buen rato bohemio que ella misma damandaba desde hace unas semanas según me informó la dueña de la casa.


Gracias a la familia Magaña, en particular a la señora Pina y al buen Carlos que tuvieron a bien organizar este recordatorio amoroso hacia Vera y que, de paso, volvieron a mí el gusto por este arte que desempeño, al valor que desde la música se desprende y que nos convierte en "prisioneros sentimentales" cuando nos aferramos a sus notas para expresar más que palabras...

Yo no sé lo que habite en el espacio... pero, con lo poco que conozco y sé que habita este planeta, prefiero refugiarme en la música y en sus emociones pues, a fin de cuentas, serán nada ante la devastación que otros seres pudieran causar a nuestro orbe y humanidad con sólo ellos chasquir un dedo.

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