miércoles, 26 de septiembre de 2012

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Aquel veinticinco debí haber encontrado algo en toda aquella vorágine de circunstancias hace siete años.

Debí haber asomado al color de tu piel, a la luz tenue que despedían tus ojos y volver a enamorarme de ella; a ser testigo sólo de la caricia reprimida y no al sentirme copartícipe de aquella acción.

Debí haber llorado contigo y aceptar que la vida cambia, que el coraje se lleva dentro y nos hace llevar a cabo todo cuanto se nos presente y obstruya el camino del dédalo... Probablemente es ahora, estando fuera, que lo puedo apreciar mejor.

Debí haberme hincado ante tu milagro, ante tu valentía, tu apremio, tu arrojo y osadía y no centrarme solamente en mí y en lo que pretendía desde ti desde hacía meses...
Debí decirte que te amo una y otra vez hasta hacerte llorar...

Debí consolarte en las sábanas, redescubrirnos y sostener mucho más nuestro amor que antes...
Debí haber hecho tanto!

Hoy sólo existe arrepentimiento profundo en cada tarde que llega, en cada veinticinco que asoma a un temprano otoño, en este ciclo anual donde Libra tiende a jugar por sus dominios y sus días...

Habrá luna después que te guíe (y nos guíe); tendremos tierra bajo nuestros pies que nos asiente y, espero, que volvamos a superar ese duro momento donde llanamente descubrimos que somos totalmente diferentes en necesidades e ideologías cuando más nos aprieta la distancia, la soledad o la necesidad de amar o sentirnos amados.


Aquel veinticinco debí haber encontrado algo en toda esa vorágine de emociones... pues nunca quise o pretendí encontrar desamor...

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