lunes, 20 de agosto de 2012

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Dicen que "siempre hay una primera vez" para todo y, supongo, debemos tomar siempre para bien o coger lo necesario de dichas experiencias.

Quién te asegura que estarás al lado de quien amas para siempre, que te llamarán para ese trabajo, que poseerás la salud todos los días y el mundo seguirá siendo el mismo... Es obvio que estaremos lejos de nuestra pareja alguna vez por un día, dos o por semanas, que te llamarán de todos los trabajos excepto en uno y que caeremos con enfermedad.

Quién me aseguraba entonces que siempre sería "divertido" en el bar donde laboro?
Quién creería que ocurriría ahí esa "primera vez" en que, una tercia de energúmenos, pondría a prueba mi temperamento y paciencia con un resultado (en verdad) más que positivo dada la situación.
Mi esposa y mi madre fueron mudos testigos de la sarta de pendejadas que profirieron a este escriba con tal de que bajara del escenario y concluyeran musicalmente ellos la noche acompañados de seis o siete féminas que compartían el lugar en otra mesa.

Mientras manejaba rumbo a casa al lado de mi compañera de vida, reflexionaba ante mi emoción y, si bien había una ligera tristeza, no iba más allá; no terminó por convertirse en odio o repulsión hacia dichos sujetos que, seguramente, carecen de educación cívica y respeto hacia los demás.
Todo terminó ahí. Un leve gesto en mi semblante y una reflexión, insisto, más nada.

Entonces sucedió que, entre este recapacitar de dicha eventualidad y al conversarlo con algunos otros compañeros de trabajo, fue que recibí, en otro de los sitios donde laboro, una hermosa y pequeña nota que decía:
"Le felicito en verdad. Canta usted como los verdaderos ángeles...! En verdad le reitero mis felicitaciones..."


Dicha nota "me hizo el día" y, a su vez, un meneo de cabeza aunado a cierta sonrisa sarcástica acompañó dicho momento al tiempo que, quienes se enteraron de la "misiva", se sumaron conmigo a convertir el comentario en sana broma.

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