jueves, 21 de junio de 2012

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Una tarde más que se gesta grisácea, una lluvia que pinta a ser amenaza sin que sus gotas se acerquen siquiera un poco a mi lar; una noche más fuera del dédalo y que, a pesar de ello, se torna la más deseada por aquel quien pudiera imaginarte siquiera un poco como suya o poseerte entre sueños.

Un día más de recorrido diurno, de música repetida, de soledad acompañada; del ruido de motores y velocidad en esa avenida que frecuento. Una tarde más que se gesta grisácea por "fuera" y que se torna poco a poco la más amorosa al adentrarse la noche.

Un beso perdido, ese palpitar de tu corazón reflejado en tu cuello mientras duermes, una caricia en la entrepierna y, con ello, la invitación más silente al sexo. Una tarde que, grisácea, no deja de tener su sol, su luz, su detalle ante mis ojos y el tuyo en mi piel.

Una bocanada de humo, las luces de la ciudad ya entrada la noche, el viento que huele a humedad y que recuerda esta temporada de verano, de lluvia, de tardes grisáceas que concluyen con sombras mojadas, arroyuelos callejeros y el calor de tu cuerpo cercano al mío ya entrada la madrugada.


Una tarde más que ha transcurrido en nuestra vida, grisácea ella, cálida tú, silente yo... y el nuevo amanecer que traerá su propio crepúsculo que no será jamás hosco para nadie y desde donde podré tomarte desnuda, en sueños o despierta mientras lo desees.

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