viernes, 8 de junio de 2012

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Qué hermoso es el todo cuando todo es hermoso...

Qué difícil es el todo cuando todo es difícil...
Y mucho más difícil cuando nosotros mismos lo hacemos difícil; y es justo en este juego de palabras que no terminamos por entender, que caemos en la propia confusión, que seguimos arrastrando ese lastre y culpando al otro; que creemos estar en lo correcto cuando lo "correcto" es tan ambiguo...

Qué triste es el llorar el todo cuando todo se torna triste...
Y llevar a cuestas la incertidumbre del momento, de ese pasado que concluyó con su dejo de amargura y perdemos el tiempo en contar cada lágrima que rueda por nuestras mejillas cuando, quiero suponer, lo más sencillo habría sido no padecerlo... no por "causa del otro" o de "aquel".

Qué efímero es el todo cuando todo se torna breve...
E intentamos alargarlo lo más posible para, de manera lamentable, darnos cuenta que lo efímero es así y lo será siempre, que de ninguna forma merece la pena "estirarlo" hasta saciar lo insaciable y volver al inicio de una forma abrupta, sin sentido... y efímera al fin.

Qué doloroso es el todo cuando todo duele...
Y volvemos a hacernos a la idea que concluirá, que no existe pena que dure cien años o que no terminaremos por soportar ni siquiera una semana por corto que sea el padecer...

Qué amoroso es el todo cuando todo es amor...
Qué lástima cuando nos sabemos más que bizarros ante la vida y sus adversidades y nadie lo premia, nadie más lo entiende así o nadie mira y valora nuestra lucha...


Qué pensar del todo cuando todo "razona en contra nuestra"...

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