miércoles, 11 de noviembre de 2020

 .

Jamás podré decir que no significaste nada en mí.
Sabes perfectamente qué tanto llevaste mío cuando partías, qué tanto aroma quedaba tuyo, en qué parte dolías más o hacia dónde dirigía mi mirada en otras mujeres mientras estabas lejos.
Conociste a detalle cuanto soy y sabrás de cierto incluso lo que pienso aún sin tú estar a mi lado... no podrás negarlo.

Jamás podré decir que no quedaste marcada en mí.
Pues aún es fecha en que, ante cualquier resquicio de vida y amor, tu nombre y ente entero fluye por mis ideas, solidifica mis frases o al menos me hacen esbozar una sonrisa que denota complicidad.
Todo nuestro pasado puede habitar en mí con sólo mirar algún reflejo vano tuyo en cualquier otra mujer e incluso llevarme a mostrar una lágrima.

Jamás podré decir que no fui tatuado a tu manera.
Pues desde el silencio mismo hasta lo más indeseado tuyo me remonta y acalla otras posibilidades, frena desenfrenos, soslaya miradas que terminan en no ser de nadie y/o para nadie.
Tus pasos, tu risa, tu cabello, tu acento... las decenas de fotografías que aún viven en mi recuerdo al sólo cerrar mis ojos o los pocos sitios donde dimos rienda suelta a la vida y al compañerismo.

Jamás podré decir que fuiste nadie o que vales nada.
Inhumano sería. Esquivo de la verdad y del asombro con que muchas veces te vestiste y te regodeaste frente a mí hasta llevarme al desespero del deseo o a la cúspide sexual.
Y es que tu valor jamás podría ser monetario... ese problemático papel moneda que sólo denota ambición es más que absurdo ante tu validez humana, mundana, matriarcal o amistosa.


Jamás podré decir que no fui feliz a tu lado...
Tú más que nadie lo supo desde mis acciones, desde mis palabras, desde mis hechos, mis canciones, mis textos y, aunque no lo parezca, sigo vivo gracias a ti, a todo ese recuerdo, a todo ese peso que cargo en mi espalda, en cada esquina que viro, aún fuera del dédalo o durmiendo solo...  con mi mañana incierto, con la frescura de la mañana bañada de ti, lo mismo un atardecer que alguna visita al mar...

En el campo, la lluvia, el comedor, la cama, el teléfono o cada calle donde tus sagrados pies cruzaron.
Jamás podré decir que nunca te amé...

No hay comentarios.:

Publicar un comentario