jueves, 28 de julio de 2016

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Qué ganas de volver a sentirme con vida!
De volver a recorrer en camión aquellas calles lozanas y frescas en temporada y terminar bajo algún techado refugiándome de la lluvia mientras los demás corrían. De comprar aquellas papas fritas y doradas que eran más que gloria al paladar luego de la jornada escolar.

Qué ganas de volver a esperar la llamada nocturna; de reconocer aquella voz y adivinar cada gesto, cada postura, cada vestuario escaso o cada movimiento en su espacio, su intimidad residencial.
Volver a las sábanas con la necesidad del sueño y adentrarme gustoso al mundo de Morfeo.

Qué ganas de volver a temer aquel encuentro furtivo, de despertar con sus manos en mis tobillos en pro de domino y mi mente vaticinando unos minutos plagados de placer con la adrenalina intrínseca al sabernos descubiertos como en algún par de ocasiones...

Qué ganas de olvidarme de nueva cuenta del reloj; que sean las horas un acompañante más que un limitante, que sólo reine en la habitación el sonido del tic tac del reloj o las voces callejeras citadinas mientras me perdía entre dos piernas a cualquier hora o bajo cualquier estación.

Qué ganas de saberme deseado, de sentir sus ojos sobre mis labios o sobre mis manos sabiendo que ellas poseen la gama completa de caricias que pudieran buscar una melodía entre la piel o el acorde constante y perpetuo sobre un rostro...

Qué ganas de sentirme lejos y saber que la espera anida en ese lugar donde sólo yo sé y donde reina el aroma y calidez que sólo el amor puede brindar; anhelar entonces el arribo, mojar mi cuerpo en la ducha y estar con la prestancia para cualquier añadidura ocupacional...

Qué ganas de no haber crecido con miedos, con desdenes, con fisuras  en el corazón o con la incertidumbre del día siguiente colmando de dudas gran parte de los días consecuentes y trocando mis sueños y planes hasta ser considerados ya como un dédalo sin salida, como una encrucijada que paraliza y limita... que no permite vivir.

Qué ganas de encontrar ese beso robado siempre latente, fugaz, plagado de deseo o ternura, que mi piel lo reconozca como mío y sólo mío y así poder sonreír con cada día y cada mirada delatora, íntima y de complicidad... qué ganas de volver a recibir lo que, sé, puedo dar!


Qué ganas de volver a sentirme con vida y, sencillamente eso, vivir!

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