lunes, 18 de julio de 2016

.

Después de diez días de estar ya declarada mi salida definitiva del laberinto de pronto estoy pagando las consecuencias del desprecio, de la desgana, del desinterés por parte de quienes, desde hace muchos, muchos años, se decían mi amor incondicional o creía que contaba al cien desde ellos.

La preocupación, la desgana y la decepción se apoderan de mi estómago y me revuelve los intestinos el saberlo e intentar asimilarlo de la mejor manera para no caer en enfermedad.
Todo ello lo cargo conmigo noche y día, no puedo dormir bien y pesa tanto que al término de la jornada concluyo extremadamente cansado, cual si cargara un enorme peso sobre mí.

No me he apoyado en más nadie, en ninguna charla amistosa con alguien y, ello, porque lo mío es mío y de nadie más, o porque lo ajeno seguirá siendo ajeno.

He recibido sólo comentarios respecto a la gravedad de las situaciones y, entre ellas el divorcio, merece uno de los problemas más severos a superar; supongo que por ambas partes y, "sin contar", el sufrimiento de los hijos.

Justo es entonces que sale a relucir esa lucha de poderes y esa gana de pensar sólo en uno mismo cuando, en mi caso, siempre pensé en el todo, en todos y en cada parte del patrimonio que a lo largo de veinticuatro años se forjó.

Tuve algún par de esperanzas de que, quienes están cercanas a ella, le hicieran de cierta manera recapacitar en cada una de las decisiones tomadas desde mi parte y en pro del todo, apoyándome, en el saberlas parejas o exparejas de compañeros músicos... y no. La codicia, avaricia y la postura más mediocre es la que ha imperado desde la perspectiva femenina lo que termina por sumar más decepción al todo.
Eso, sin contar, la enorme decepción que suma a dicho todo mi propia madre que no termina por "abrir" un poco los ojos luego de treinta años de estupidez y terquedad.


No puedo sino sólo esperar y/o forzar de nueva cuenta la situación a fin de dejar de padecer o hacer caer en la razón a quien padece de ella.
No quiero dar nombres, pero resulta obvio al quien me refiero.
Qué tristeza el tener qué dejar vestigio aquí!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario