sábado, 5 de septiembre de 2015

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Quién te viera desnuda posando para nadie... dejar que sólo sea el sol, la luna o la luz de alguna lámpara la que te posea, la que se vuelque en caricias inasibles en ti y que te recuerde con la tersura que envidian muchas más que a muy temprana edad ya la han perdido.

Quién te viera posando frente al espejo tu último vestido que conforma el acrecentar de tu vestuario; que ese trozo de cristal sea quien abra su enorme boca e intente tragarte al igual que lo hice yo en su momento a pesar de poseer mil imágenes tuyas impresas en papel fotografía o en este formato extraño que es el digital.

Quién pudiera tener tus pies esta noche que se troca agradable en su clima y que sostiene desde su lecho la negrura que oculta el bello color de tu piel... quién fuera el mar que los ha besado, el piso que te ha cargado entera o el calzado delicado que has lucido agregando un hermoso detalle al entorno.

Quién te escuchara como yo aquella ocasión, susurrante a mis oídos, con clamor y tremor sexual chasqueando tus dientes y catando a detalle cada paso, cada cinta, cada respiro, incluso tu silencio...
Quién pudiera hoy saberte feliz y satisfecha de lo logrado, de la dicha de vivir, de poseer femeneidad total.


Quién te tuviera dormida por fin al final del día con tu cansancio en señal de duelo sexual, con la crujía lista para entrar en ella y gozar de la ataduras de Morfeo cargando a cuestas al implacable reloj que sólo quedará como mudo testigo en dichas horas...

Quién fuera yo que te conoce... Quién más que tú para mostrarse...

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