domingo, 24 de marzo de 2013

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Fuera del dédalo (e incluso dentro de él) intenté por mucho tiempo ser más observador, mirar detalles que, para algunos o muchos, pasan inadvertidos en situaciones con nuestros semejantes, en el entorno o estando frente a acontecimientos que ponen a trabajar nuestra inteligencia de una manera especial.
Muchas de esas ocasiones tuve alguna recompensa.

En algunas de dichas ocasiones, tuve la osadía de pedirle a quien tuviese a mi lado que hiciera lo mismo, que detallara más y más de su entorno, que intentara descubrir más de lo que yo ya había encontrado "escondido" en cierto trasfondo y pude constatar, en más de una vez, que habían superado mis expectativas o que estas personas notaran detalles diferentes a los míos.
En esas ocasiones, también obtuve ciertas recompensas.

Sin embargo cierto "problema" (por llamarlo de alguna forma) se presentaba; en ese observar podía vislumbrarse parte de cierto deseo de "querer estar de ese lado", de querer "ser aquella persona" quien experimentaba su momento y, eso, sencillamente no estaba "acorde" al observar pues, sabemos, cada vida es individual y personal y, supuestamente, aquel éxito que experimentaba cualquiera también podría estar a nuestro alcance.
Aseguro, con esto, que en ciertas ocasiones yo también padecí de ese deseo por "no estar en mis zapatos".

Y es justamente en estos días sin empleo en que observo cómo se desarrolla el vivir y existir de algunos de los más cercanos, de otros quienes están paralelos a mi estar fuera del laberinto y me llega de nueva cuenta ese deseo por estar allá, por mirarme o al menos sentirme inmerso en cierto dédalo que no es justamente el mío para, con ello, experimentar un poco de ese triunfo, de esa tranquilidad aparente o esa estabilidad mostrada ante mis ojos luego de una reunión o conversación.
Supongo que, de esto, no sabré si obtendré una especie de "recompensa".


Probablemente requiera de observar más, mucho más a fondo, a aquellos a quienes en estos días envidio y volver a reafirmar que, mi vida, a pesar del todo, es la que deseo tener, la que "me ha tocado", la que estoy desarrollando aún fuera del laberinto y que debo aceptar y mejorar con cada día, con cada intento, con cada oportunidad y no perder "piso" y esperanza de que vendrá algo mejor tanto para mí como para todos aquellos quienes hoy, en apariencia, poseen un mejor mañana que el mío.

Sospecho que, de este entender, será del que obtenga las mejores y más jugosas recompensas.

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