lunes, 18 de marzo de 2013

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Ya han sido un par de ocasiones en que me enfrasco en cierta plática existencial con mi hijo Daniel y, duele, duele un tanto, el terminar de manera abrupta debido a ocupaciones dicha charla.

Dicha conversación termina por ser de nueva cuenta el simple recordatorio de la miserable levedad del ser ante la vastedad que es cualquier cosa pensada en "macro" y que también concluye por ser nada ante la vastedad del todo.
El simple juego de palabras que parece ocurrir aquí es menos que lo menos imaginable.

Y terminamos por empatar, luego de una sonrisa mutua y una mueca de falta de palabra, razón o explicación el por qué es que casi siempre concluímos y caemos al mismo punto donde no hay sino sólo un retorno o una "vuelta más" para no terminar la conversación.

Luego nos preguntamos el por qué hay tan pocas personas cercanas a nosotros que coinciden al menos un poco con nuestro tópico y convicción...

Y es justo en estos días, en que me falta parte esencial de mi familia, que todo esto me invita a la reflexión y al llanto y acudo al recuerdo, a un video, a una fotografía y/o al cúmulo de detalles que me han hecho hombre, aún y con todos mis erros, con toda la gana, con gran arrepentimiento y bajo la sombra de cierta venganza no consumada...

Sí... termino con ese temor cada día pero, gracias a conversaciones como la de esta tarde con mi hijo, luego de llorar vuelvo a sonreír plagado de certeza, de autoestima y me alimento de su valor para volver a alzarme cada día mientras padezca de esta sensible ausencia.


Gracias Dany... no cabe duda que eres muy especial y concluyes haciéndome especial a mí al saberme tu padre.

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