miércoles, 15 de junio de 2022

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El pasado 15 de mayo, algunos compañeros me "felicitaron por el día del maestro" y, de alguna manera, se aferraron a llamarme así a pesar de yo no ser catedrático ni mucho menos pues, no que yo recuerde, he dado alguna cátedra que se considere como clase tal.
Y es que han transcurrido al menos veintitantos años que me siguen llamando así... mas, creo recordar, de dónde viene esto (pues siempre les respondo que "no soy maestro").

Alguna vez, trabajando en un piano bar, fui contratado como guitarrista. El lugar ya contaba con su respectivo pianista (o tecladista) - muy bueno por cierto - mas, una de esas noches, decidió renunciar y, el nuevo pianista que ocupó su lugar, me permitió sugerirle algunas armonías conforme interpretábamos algunos temas bohemios.

Sincerándose años después conmigo, dicho pianista me confió que gracias a mi manera de charlar y proponerle musicalmente fue que aceptó ser una especie de "alumno" conmigo... dándome así (y sólo para él) el mote de "maestro". Otros amigos del medio se sumaron a llamarme así pues le escuchaban a éste repetirlo constantemente dirigiéndose a mí y frente a ellos.

Pero, por otro lado, recibí una felicitación también de un compañero músico conocido mucho tiempo antes de lo ocurrido con éste pianista que refiero... y, su comentario me llenó de ternura pues, éste objetaba en su felicitación, que aprendió mucho de la vida desde mí...
Lo "extraño del asunto" radica en que, yo le conocí y convivía con él, cuando apenas tenía veintitrés años de edad... y la verdad, no puedo y sigo sin creer, que me "haya aprendido" algo a mi corta edad ni mucho menos cuando cometí algunas faltas humanas graves que trocarían en un futuro todo mi entorno y entender.

Quiero creer que, él, es una persona extremadamente sensible y sencilla que, a su parecer, yo le instruí en cierta medida y manera para su vida y, eso, me ha tocado el alma al momento de él comentarlo.


Con todo esto no cabe duda que, aún sin quererlo, podemos ser "maestros" de alguien sin siquiera percatarnos; "enseñar" desde nuestra propia trinchera o instruir a quien sólo observa sin un fin catedrático... sólo viviendo.

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