martes, 6 de abril de 2021

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...y es que en mí aún perdura cada escena vivida.
Aquella frente al estero en horas de madrugada pudiendo observarte desde algunos metros...
O ese sentir de la arena aún cálida en mis pies frente al mar también pasada la medianoche después de haber llorado bastante, de haber peleado con mi celo, con mi impotencia al no poder demostrarte que mi amor era pleno y genuino. Real.

Aquel atardecer donde no había más nadie a mi lado y tú estabas en el interior de casa aún en las sábanas esperando alguna reacción mía que, seguramente, fuera más acorde a tu deseo y convicción que a la decisión personal que pudiera tener.
O esa espera... aquella sorpresa de verte tras la puerta al abrir. Aquella otra de buscarte en el centro de la ciudad sin éxito o tu imagen viendo alguna de mis presentaciones.
Ese nunca saber dónde fue que realmente se posó tu mirada.

Lo físico de aquel restaurante, el acomodo de los muebles en el hotel... la soledad del entorno mientras ocurría el eclipse total en 1991 y el "extraño amanecer" en todo horizonte en dicho momento.
Cada salida de la luna sobre el mar, cada lágrima que pude ver rodando alguna de tus mejillas y muchas intimidades más que no debo ni deseo describir aquí.

El mirarte ebria sonriendo, cantando, feliz de la vida, del amor, del momento...
Lo maravilloso de un amanecer al pie del faro escuchando sin escuchar a mi interlocutor, llorando una vez más.
Cada una de las veces que asomé por aquella ventana no con el afán de verte llegar, sino sólo por desear grabar en mi memoria esa perspectiva que, sabía, no duraría para siempre.
La llama de aquella fogata y su luz reflejada en tu mirada o las luces de la alberca haciendo brillos en tus ojos.

El entorno en lento movimiento acompañado sólo por el sonido de los pasos y, mejor aún, tu andar desde lejos... tu cadencia, tus piernas, tu cabello ...y una vez más tu sonrisa embelleciendo tu rostro al saberte observada.
Ese recuerdo de tu voz tras el teléfono y mi mirada perdida dejando jugar a la imaginación para poder mirarte a la distancia.

El sol y la luna acompañándome una tarde a solas frente al mar ... y sí, el mar una vez más! Poseedor de lo más hermoso de mis días, de las imágenes más crudas, las más queridas o las menos deseadas a su vez.
Lo ardiente del interior del auto mientras me sabía pronto a llegar ante ti... a pesar de estar a cientos de kilómetros...  lo vano que siempre fue querer permanecer...


Y es que en mí aún perdura cada escena vivida... y es una pena que no sea lo mismo en ti.

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