sábado, 27 de febrero de 2021

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En Facebook recibo cotidianamente imágenes de los paradisíacos San José del Cabo, Cabo San Lucas o La paz y regiones hermosas de la Baja California.
Y no puedo menos que extrañar profundamente.

Si bien mi estancia ahí me hizo conocer muchas facetas de la vida... y la vida misma como tal.
La hipocresía en todo su esplendor, la amistad franca, lo maravilloso del vivir al pie del mar, el gozar de la juventud y la libertad, el amor, el desamor, la mentira y otro costal de experiencias que forjaron gran parte de lo que hoy soy.

Dichas imágenes se "atoran" por momentos en mis ojos y repercuten de inmediato en mi sentimiento, se convierte el momento en silencio y sólo dejo que la pronta imaginación remembre.
Mas, no permanezco "mucho tiempo ahí" pues, como ya lo dije, hubo situaciones que me lastimaron e hirieron profundamente, tanto, que aún hoy quizá no las he podido superar o cicatrizar.

Andanzas a solas al pie del mar en mi día franco alimentaron gran parte de mi sentir; me dieron la satisfacción del saberme vivo y gocé hasta quizá el hartazgo cada día allá.
Desfalqué mis bolsillos, lloré como jamás lo había hecho... quise pero jamás pude formar parte esencial del entorno pues, tanta belleza y despilfarro, predominan dicho lugar que todos, sin excepción, llegamos a ser nada y nadie en comparación con lo prescindible del sitio.

El aroma de sus calles, las tardes soleadas o, en el cielo nocturno sentir el cobijo de la hermosa Vía Láctea.  La salida de la luna sobre el mar, los callejones en San José, el bullicio nocturno en bares y/o antros... el murmullo del mar en "El Medano"o "El Farito" y ese recordar de la cálida arena en mis pies descalzos aún en madrugada.

Y podría seguir escribiendo todo el día, llorar todo el día y sentir que viví en verdad todos los días estando ahí, acompañado, por personas que en su momento y como yo fuimos a parar a ese hermoso lugar donde nos conocimos, donde hicimos las veces de la música, del relajo, de cierta complicidad pero por sobre todo de hospitalidad compartida, personal y profunda y verdadera amistad.


Es pues que, a ti: Manuelito, dedico mi texto esta noche... noche en que una lágrima asoma furtiva y acecha con quedarse en pro de tu recuerdo, en aras de convertirse en flor y cada pétalo roce tus mejillas, las plantas de tus pies y vuelvan a postrarse ante ti con humilde reverencia ante tu persona, tu cordialidad y tu entera entrega, profunda entrega, que me hiciste sentir con cada encuentro o visita que tuvimos...

Perdona si fui un absurdo, un verdadero pendejo y no lo pude ver en su momento pues, hoy que ya no estás, hasta hoy que ya no estás, es que puedo dilucidarlo y valorarlo.


Por siempre en mi recuerdo (y en quienes, sé, te amaron).
IN MEMORIAM
Manuel Ruiz Miranda.
Q.D.E.P.

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