domingo, 30 de junio de 2019

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Me recuerdo hace años escribiendo en este espacio acompañado de un tema en específico, un tema musical que dejaba repetirse en el reproductor y que fuera llevando mis letras con el color que en ese momento requería... y hace meses que dejé de hacerlo.

Junio, como tal y entero, fue difícil.
Mitad de año (y quisiera decir mitad de mi vida, pero eso quedó justo en el formar de mi familia), mitad complejidad y otros etcéteras.  Y, creo recordar, por allá por marzo quizá, volví a colocar un tema en el reproductor hasta dar fin con mi texto "respectivo del mes" de este dos mil diecinueve que corre  mas, junio, como tal fue enteramente difícil.

Mi canción "Viento" en dicho mes cobró nueva vida, nuevo auge en mí y sólo quedó como símbolo de este sexto mes que termina pues él se sumó a los detalles que quedaron impresos en mi historia con la muerte de Alberto Escobar y, de lo cual, sólo dejé breve vestigio en mi espacio dentro de Facebook.

Dentro del dédalo vivencial, más muerte cegó mis letras al saber de la absurda y estúpida razón que trajo consigo la muerte de Franky, aquel quien tenía entonces poco más de treinta años y quien era compañero de vida de Andrea, mi sobrina política y quien un día previo festejó su cumpleaños en total desconocimiento de lo que sucedería sólo un día después.

Más muertes se sumaron con aquella pareja de recién casados que, de igual manera, un día posterior a su hermosa boda fueran embestidos por el auto de un futbolista que, todos sabemos, abusó del alcohol y de la potencia de su vehículo para sumar la desgracia que removió sentimientos, dudas, caprichos e incertidumbres que trae consigo este vivir.

En sus inicios, una larga conversación con uno de mis hijos que reafirmó nuestros vínculos de vida y con la vida; que se sostuvo de cierta ira, desdén, impotencia, lágrimas y ese intentar por no terminar temblando de impaciencia, enojo o desborde de amor que se sentía reprimido en el ambiente... donde no existió "maestro y alumno" sino sólo un recordatorio sentimental que es espejo humano y que demuestra lo férreo del vínculo familiar entre sus integrantes imposible de romper con la separación de las cabezas que forman un matrimonio.

Quizá un poco antes de iniciar el mes (finales de mayo) la visita de mi esposa en casa donde, a base de reclamos y exigencias, sostenía su teoría de nuestro andar marital por el mundo subrayando desde su perspectiva el que resulté ser para ella un pendejo más dada mi actitud y apatía por continuar formar parte de nuestro vínculo social... algo que sencillamente "no sumó" a nuestra causa y que derrumbó en cierta medida aún más parte del muro construído hace años.


Todo junio, pues, otorgó a mi andar por el mundo una razón más para escribir, para desglosar con detalle cada acontecer simbólico y que merecía estar en este espacio a manera de recordatorio fiel de vida... pero me deja entender que, si bien había dicho alguna vez que me encontraba fuera del dédalo "observando desde arriba", la verdad fehaciente es que nunca se deja de estar inmerso en el laberinto... por más alto que se pueda colocar la mirada o por más profundo que se pueda escudriñar en la vida.

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