martes, 20 de octubre de 2015

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Fuera del dédalo, aprendo hoy que existen tres palabras que parecen ajenas a nosotros y en ciertos personajes que desarrollan su labor derredor mío: Tolerancia, flexibilidad y amistad.

Difícil, sumamente difícil se tornó cierto viernes para todos mientras intentábamos desempeñar nuestro trabajo cada quien por su lado y con "la camiseta bien puesta" pues, el temor a "perder puntos" o el empleo mismo, hace que olvidemos o pasemos por alto cierto "sentido común" que, se supone, debe imperar en toda nuestra actividad.

Aquí, la tolerancia lleva un punto importante pues no se puede dejar todo al arrebato, al desenfreno o al actuar por impulso sólo teniendo en cuenta nuestros propios intereses y qué lamentable es el que jamás se considera del todo y se procede sin tacto... peor aún, sin profesionalismo como me lo hizo ver el buen Marco Madrigal.

Él fue quien me hizo abrir mis ojos ante lo pendejamente que procedí aquel citado viernes que concluyó en una vorágine de ineptitudes por parte de todos y donde, insisto, la tolerancia no estuvo jamás presente.

La flexibilidad es dar ese márgen de error, de comprensión y de igual forma el no tomar decisiones precipitadas ante tal o cual situación y, tristemente, no imperó en ningún momento por parte de quienes veían caer una noche laboral sobre sus hombros, noche, en que hasta el teléfono se puso en contra mía y derivó en que se perdiera tanto la tolerancia como la propia flexibilidad que hoy, conversando con el arriba mencionado, demandé en vano.

Insisto, el poco profesional fui yo... el nada profesional. El pendejo que toma decisiones valiéndole madre el resto del mundo, todo, por unas monedas más (demandadas por todos sin excepción y donde, la búsqueda de ellas, nos suelen orillar a tomar dichas decisiones equívocas).


Gracias por abrirme los ojos, Marco. Por hacerme ver mi error gracias a tu experiencia. Siempre te admiré por tu entereza, por tus sabias decisiones y visión ecuánime a pesar de tu edad... soy muy poco profesional. Lo acepto.

Ahora bien... dónde dejamos la última palabra de las tres que comenté en inicio?
Supongo que, cuando fallan las primeras dos, la tercera sencillamente deja de existir...
Qué tristeza...!

Perdóname por haberte decepcionado.

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