miércoles, 11 de diciembre de 2019

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Parecía una mañana tranquila donde la actividad de un miércoles cualquiera se gestaba con lo habitual, con lo cotidiano, con la espera del siguiente viro del dédalo "visto desde arriba".

Si mal no recuerdo pasaba un poco de las trece horas cuando recibí un par de llamadas insistentes por vía WhatsApp y que, por lo general, nunca contesto dado el pequeño retraso que muestra el audio debido a nuestra conexión de Internet.

Mi hija se escuchaba preocupada pues, si bien había marcado desde el celular de su madre, me refería que ésta última yacía desde hacía más de diez minutos sin volver en sí luego de haber sufrido un desmayo... luego sería una encargada del establecimiento comercial donde se encontraban quien tomara la llamada para preguntarme si podía llegar a la brevedad al lugar.

A mi arribo, ya un paramédico atendía a la señora tratando de reanimarla y buscaba (bajo una serie de preguntas y peticiones de repetición física en ella) descubrir si habría sufrido de algo más severo en su cráneo pues, en la caída, se golpeó una ceja, la cual, sangraba poco, pero ofrecía la sospecha.
Miré a mi hija temblando e intenté tranquilizarla al decirle que todo estaría bien, que justamente en casos así sólo los médicos y especialistas tienen el "poder" de atender a su madre y que era justo lo que aquel hombre hacía.

Para ese momento ya no había ni un sólo mirón en el lugar y, como siempre, la pena de ser el "centro de atención en alguna calamidad" mantenía a la señora con esa zozobra antes de poder alzarse... algo que no ocurrió pues tuve que cargarla al auto y trasladarla a casa luego de que se negara a ser atendida por la benemérita institución de salud; así que, una ambulancia, nunca arribó al lugar.

Ya en casa ella misma pidió ser llevada al hospital civil de esta ciudad para poder así tener un "seguimiento médico especializado" dado que, con frecuencia y ahora más marcado, había padecido de intensas migrañas que obstaculizaban su actividad y ya sumaban más preocupación que "lo normal".

No haré tan extenso mi escrito... Si bien pudimos llegar a urgencias del hospital alrededor de las catorce treinta horas de ese mismo día, no fue atendida sino hasta trece horas después en otro hospital siendo ya las tres de la madrugada del día siguiente... la incredulidad de los médicos de guardia esa madrugada ante nuestro relato era notoria al preguntar "¿por qué no la trajeron antes? ¿por qué hasta esta hora vienen?"

Es por demás detallar el desespero e impotencia que nos embargó tanto a mi hijo mayor quien me acompañó al hospital al percatarnos que, parecía "que jamás nos atenderían"... ahí, sólo las urgencias mayores fueron atendidas mientras, más de treinta personas en la pequeña sala de espera, sumaban horas y horas sin, insisto, ser atendidos en su malestar o dolencia por algún médico que, teniendo en cuenta la saturación del lugar, saliera para dar algún medicamento "de momento" y mitigar siquiera un poco el sufrimiento de todos ellos... incluida la madre de mis hijos.


Lamentablemente sucedió lo que no queríamos... que solamente fuera "controlada en su dolor sin tener un seguimiento médico especializado".  De haber ido en inicio a la Cruz Roja no habríamos perdido tantísimo tiempo en ningún nosocomio.

Es sumamente lamentable, profundamente lamentable, este tipo de desatención y, lo digo, en nombre de todos aquellos quienes padecieron las horas al igual que nosotros... con su dolor físico a cuestas, sin poder introducir alimentos al lugar pues, gracias al cuerpo de seguridad privada del lugar (un pendejo grupo llamado "Centurión") eso resultaba imposible... eso, entre otros tantos detalles que mermaban tanto el ánimo como la esperanza por el bien común.

Esto, esto es mi querido México y su cuarta transformación...

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