sábado, 14 de junio de 2014

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Ya sea dentro o fuera del laberinto, qué hermoso resulta el disfrutar siempre de los bellos momentos de esta vida.

Aquel eclipse solar de 1991 estando en los cabos igualmente comparado al que se llevará a cabo (si mal no recuerdo) en el año 2023 y que de nueva cuenta podrá ser visto y disfrutado por muchos quienes habitarán aún este planeta.

Y digo así porque, anoche, tuve la coincidencia de ver dos sucesos citadinos en donde, en uno de ellos, un hombre perdió la vida (como coloquialmente se dice) y, en tiempos del mundial de futbol, un deceso personal nos priva de toda posibilidad de seguir disfrutando de esta maravilla deportiva.

Pudiera leerse absurdo pues ¿quién demonios pensará en un mundial de futbol para vida de seguir con vida?
No es ese el hecho en específico, sino el de poder disfrutar de esos bellos momentos que nos otorga esta vida pues la lista y los ejemplos pueden ser tan vastos, sencillos y tan a la mano que no terminaría de ennumerarlos.

Y es que, en lo personal, estoy disfrutando mucho cada encuentro futbolero que se está llevando a cabo y que, gracias a mi horario de trabajo, puedo ver con tranquilidad en casa, con los míos, con esa salud que todos deseamos y, principalmente, sin meterme en problema alguno con nadie como para agriar una de estas tardes en que hasta me arden mis ojos de tanto estar pegado al televisor.

No pueden negar que es un hermoso deporte y que, incluso los torrenciales aguaceros que caen en estos días sobre la ciudad, son realmente hermosos al dejarnos esa frescura tan necesaria dado el intenso verano que nos azora ya (un tanto adelantado).
Las risas de mis hijos, las bromas con mis familiares, los recorridos que para muchos suelen ser absurdos, el beber una cerveza, fumar un cigarrillo, un nuevo amanecer o una noche de intensidad sexual con mi compañera de vida... Ya lo dije antes, la lista pudiera ser interminable.

Aquellas obras que darán más valor y movilidad a esta ciudad apretada y colmada de autos y que, en un futuro algo lejano, podremos tener y disfrutar... sí, disfrutar como tal y que, en el caso de ya no estar más con vida, sencillamente no sabríamos qué ocurrirá o cómo será dicho futuro.


Todo este recapacitar me orilló a recordar a mi finado hermano Ricardo, el cual, no mostraba interés en casi nada en particular y que, probablemente y en comparación mía, no le importaba nada de lo que pudiera ocurrir en el entorno o en su seno... fue entonces cuando seguí dilucidando que quizá él ya tenía la respuesta divina al no apasionarse con nada, ni siquiera con la vida misma o los sucesos derivados de esta.

Su vida fue en probabilidad un reflexionar vacuo o real el estar en este mundo y, tal vez, algún día lo entenderé y quedaré en el pleno entendido de que no hay nada por hacer o atesorar de este y/o cualquier otro momento en nuestro tiempo.

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