miércoles, 14 de noviembre de 2012

Desde fuera...


.

...y por un momento estuve frente a ti sabiéndote mi esposa, mi compañera de vida, con otra actividad, en otra búsqueda, sin este empleo que me caracteriza pero con todo el potencial que poseo como para hacerlo y hacerte feliz.

Y digo “hacerte feliz” porque fue el primer deseo que tuve al verte y saber que no eras la mujer con la que siempre he estado (sin ningún agravio a mi esposa a quien tanto amo) pues, a pesar de todo, desee enormemente en ese instante saber qué era de ella, en qué otros brazos estaba, cuántos hijos tenía, si vivía en aquella casa de fachada verde y yo sencillamente me encontraba en otro cuerpo observando desde una nueva perspectiva el laberinto… tu laberinto.

Recorría tu cuerpo bajo la camiseta que te dejaste no sin antes haberte insinuado quién era en ti y de lo que te haría sexualmente al salir de aquella casa a donde habíamos ido a una reunión… aunque, de manera extraña, el dueño de la finca y quien aparentemente era nuestro anfitrión, te fotografiara en esas condiciones y te mirara con cierta mirada sencilla y a la vez lasciva, con ganas de poseerte y hacer las veces de Morfeo en tu cama. Su rostro me fue muy familiar.

Recuerdo que hacíamos algo en la azotea de aquella finca. No entendí nunca el que, al subir una y otra vez ahí contigo, tuvieras qué terminar en completa desnudez e intentando “quitar” algún rastro de tu pierna pues utilizaste un estropajo y un poco de jabón para removerlo; todo esto ante mi mirada tranquila que ya te festejaba sexualmente en mi recuerdo. Muy en el fondo, mis deseos eran otros.

La noche caía ya y un vigilante en la calle nos hizo varias observaciones previas a nuestra partida intentando cuidarnos de la zona y de las personas que por ahí rondaban… mas eso no nos importó nunca y proseguimos en nuestro redescubrir del momento, de las miradas, las sonrisas, de lo ya consumado y de lo que estaría por acontecer entre nosotros. Toda esa actividad mundana en la que se sumerge una pareja.

Las preguntas que te hacía eran claras y a la vez muy extrañas para ti al percatarte de que había olvidado todos nuestros años juntos y “necesitaba recordar o readaptarme” a mi nueva vida (la cual, de manera obvia, seguía siendo la misma). Tú terminabas cada pregunta mía con una hermosa sonrisa.
Me hablabas con tanta naturalidad de nuestros hijos que, si bien nunca me dijiste los nombres, yo sabía que no eran los que hoy tengo (y quise saber de ellos… con quien vivían, quién entonces era su padre y si él contaba con ese auto rojo pues, yo, tenía uno blanco)

Y las dudas y contradicciones acudían a mí, y deseé continuar así por el resto de mi vida, contigo, con quien nunca supe tu nombre (y es que no te lo pregunté), viviendo de momento en casa de tu madre, pernoctando contigo, intentando entender cada detalle que vivía y sabiendo o sosteniendo que, de no ser un sueño, podría hacerte enteramente feliz toda tu vida…

Fue entonces que desperté… y lloré. Me supe amando a quien amo, en el mundo que tengo por mundo, con mi música como empleo, con estos cuatro hijos y mi esposa a mi lado en cama profundamente dormida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario